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viernes, 26 de agosto de 2011

INFORME ESPECIAL: ¿Que pasa en Libia?


Modesto Guerrero, analista político y periodista, explica qué significa “la caída de Khadafi”, quiénes son realmente “los rebeldes”, y cuál es el rol de la OTAN en este conflicto.


También define cuál es “el pueblo” que lucha en las calles contra Khadafi.


La “conspiración” de la OTAN contra la revolución libia

Las cuestiones cruciales son: ¿por qué lleva a cabo la OTAN en Libia una campaña aérea de perfil bajo no sólo en comparación con el componente aéreo de la guerra por apoderarse de un Irak más o menos igual de rico en petróleo, sino también con la que lanzó sobre un Kosovo que económicamente no tiene ningún interés? Y ¿por qué la Alianza se abstiene al mismo tiempo de suministrar a los insurgentes el armamento que han reclamado con insistencia y con firmeza? A primera vista aparecen dos extrañas paradojas en este asunto. Por Gilbert Achcar.







En un editorial publicado en el Wall Street Journal (19/07/2011), Max Boot -autor e historiador militar neoconservador, conocido por su apoyo al “fomento de la democracia” a punta de pistola y ardiente defensor de la plena implicación militar de EE UU en Libia- se refirió a un artículo aparecido en elFinancial Times (15/06/2011) que comparaba la actual campaña de bombardeos aéreos sobre Libia con la guerra aérea sobre Kosovo en 1999 para subrayar “la falta de potencia de fuego en la operación libia”. Boot comenta, abundando en la misma comparación con detalles adicionales:
“La guerra anterior apenas llegó a ‘Apocalypse Now’: estaba estrictamente delimitada por derecho propio. Sin embargo, al cabo de 78 días en Kosovo, los aliados de la OTAN habían aportado 1.100 aviones y realizado 38.004 misiones. Por el contrario, en Libia la OTAN sólo ha enviado 250 aviones y efectuado 11.107 incursiones. No es extraño, entonces, que al cabo de 78 días Slobodan Milosevic decidiera entregar Kosovo, mientras que después de 124 días, por ahora, Gadafi sigue aferrado al poder.”

Las paradojas libias de la OTAN

En la operación “Tormenta del Desierto”, lanzada por la coalición encabezada por EE UU contra Irak en 1991, no se necesitaron más que once días para igualar el número antes indicado de incursiones aéreas realizadas en Libia en 78 días. El número total de misiones alcanzó en 43 días de “Tormenta del Desierto” un promedio de 2.555 diarias. Tras la devastación provocada por esa “tormenta” y las ulteriores campañas de bombardeos a lo largo de los doce años de embargo entre 1991 y 2003, durante las primeras cuatro semanas de la llamada operación “Libertad iraquí” se efectuaron 41.850 misiones, de las que 15.825 fueron incursiones de ataque, con un promedio de 565 diarias. Andrew Gilligan ha podido escribir por tanto en The Spectator (4/06/2011) sobre el caso libio:
“Pese a todas las invocaciones rituales de unos supuestos ataques ‘intensificados’ y de los ‘bombardeos más fuertes hasta la fecha’, los bombardeos son y han sido siempre relativamente débiles. A lo largo de toda la operación, el número de misiones de ataque de la OTAN -de las que sólo una parte dan lugar a un ataque aéreo efectivo- no asciende en promedio más que a 57 por día, menos de la mitad que en la operación muy similar de la Alianza en Kosovo, y una mera fracción de lo que hicieron EE UU y el Reino Unido en Irak.”

Añadamos a esto que hace falta ejercer mucha más presión para forzar a un dictador a abandonar el poder que a renunciar a una parte de su territorio. Desde que las posibilidades de Gadafi de recuperar el control sobre Bengasi son casi nulas, de hecho podría renunciar de buena gana a la ciudad rebelde y con ella a toda la región al este de Aydabiya en un intento de salvar el trono del “rey de reyes de África”, por el que ha estado comprando lealtades generosamente desde 2008. Esto explica por qué empeñó tantos efectivos militares y tanta violencia en el intento de conquistar Misrata, la ciudad clave en manos de los rebeldes en el oeste de Libia que le impidió partir en la práctica el país en dos. Y esto explica también por qué los insurgentes han insistido obstinadamente en conservar Misrata a pesar de los violentísimos ataques que tuvieron que soportar y de que tenían la posibilidad de ser evacuados por mar junto con los demás habitantes de la ciudad, al igual que los miles de inmigrantes y heridos que pudieron salir de la ciudad por esa vía.

Las tempranas acusaciones propagandísticas de que los insurgentes estaban llevando a cabo un plan de segregación del país han quedado claramente desmentidas por su incansable combate por la liberación de la totalidad del territorio libio de las garras de la dictadura de Gadafi. Y lo hacen a pesar del elevado coste que han de pagar debido a la gran desproporción existente entre sus fuerzas terrestres y las del régimen, con sus vehículos blindados, piezas de artillería, misiles y soldados instruidos, un desequilibrio que la intervención de la OTAN sólo compensa en parte. Corresponsales militares presentes en varios frentes del territorio libio destacan tanto la escasez de armamento e instrucción como el carácter no profesional y caótico de las fuerzas insurgentes y la increíble entrega de un gran número de civiles convertidos en combatientes por la liberación de su país. Esta entrega explica la firme determinación de los rebeldes de seguir luchando a pesar de estas graves carencias, enfrentándose a las fuerzas bien equipadas e instruidas y generosamente pagadas por el régimen de Gadafi.

Las cuestiones cruciales son, por tanto: ¿por qué lleva a cabo la OTAN en Libia una campaña aérea de perfil bajo no sólo en comparación con el componente aéreo de la guerra por apoderarse de un Irak más o menos igual de rico en petróleo, sino también con la que lanzó sobre un Kosovo que económicamente no tiene ningún interés? Y ¿por qué la Alianza se abstiene al mismo tiempo de suministrar a los insurgentes el armamento que han reclamado con insistencia y con firmeza? A primera vista aparecen dos extrañas paradojas en este asunto.

La primera paradoja es que, tanto en Irak como en Afganistán, las fuerzas encabezadas por EE UU insistían en la “nacionalización” del conflicto (en la línea de la “vietnamización” que precedió a la retirada estadounidense en 1973). En Libia, donde las fuerzas locales imploran a la OTAN que les entregue las armas que precisan y aseguran que con suficiente armamento podrían acabar de liberar su país muy pronto, la OTAN se niega a armarles. La limitada entrega de armas por parte de Francia en el frente occidental no altera sustancialmente la situación. Esto sucede a pesar de que, contrariamente a los afganos, los insurgentes están dispuestos y potencialmente en condiciones de pagar por las armas que reciban. Como todo el mundo sabe, los mercaderes de muerte occidentales no tienen por costumbre hacer caso omiso de tan enjundiosas oportunidades de negocio. Todos ellos compitieron con tanto celo por vender armas a Gadafi en los últimos años que consiguieron cerrar contratos con él por valor de casi mil millones de dólares entre finales de 2004, cuando sus gobiernos levantaron el embargo sobre Libia, y finales de 2009. Entre esas armas se incluyeron bombas de racimo, vendidas por una empresa española, que Gadafi no dudó en emplear contra su propio pueblo.

El corolario lógico de la negativa de la OTAN a armar a los insurgentes habría sido el lanzamiento de una campaña de ataques aéreos muy intensa a fin de compensar la debilidad sobre el terreno de quienes dice apoyar. Sin embargo, y ésta es la segunda paradoja, la campaña aérea de la OTAN en Libia no es nada en comparación con la de Kosovo, por no hablar de otras operaciones aéreas dirigidas por EE UU en tiempos recientes. Este hecho molesta mucho a la insurgencia libia, como han informado corresponsales occidentales desde los primeros días de la intervención aérea de la OTAN. Así, C.J. Chivers señaló el 24 de julio en el blog “At War” del New York Times, que la frustración de los rebeldes era cada vez mayor: “Una de las cosas que se perciben una y otra vez al informar de los combatientes de la oposición en Libia es la diferenciación entre lo que dicen los luchadores de a pie sobre la campaña de bombardeos de la OTAN y las declaraciones de los portavoces del Consejo Nacional de Transición [CNT], la autoridad rebelde de facto. Oficialmente, la dirección insurgente agradece efusivamente la labor de los pilotos que vuelan por allí arriba. Las figuras políticas del CNT se explayan en declaraciones edulcoradas de pleno apoyo y gratitud por el trabajo de la OTAN, a cuyos dirigentes se cuidan mucho de no contrariar.” “Quienes están más cerca de la primera línea de combate o viven en zonas más expuestas, sin embargo, tienen una opinión más matizada. Ellos también agradecen la intervención temprana de la OTAN en la guerra, cuando impidieron mediante incursiones aéreas que las fuerzas del coronel Muamar el Gadafi arrollaran a los rebeldes y aplastaran el levantamiento en Bengasi. Pero también expresan un profundo y a veces agónico desencanto por el ritmo y la selección de objetivos del apoyo aéreo y hablan a menudo de lo que consideran medias tintas e incompetencia de la OTAN.”

¿Podría ser que la OTAN, que ninguneó alegremente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) al lanzar su guerra aérea contra el régimen serbio de Milosevic en 1999, se ha convertido de pronto en fiel defensora del Derecho en los asuntos internacionales? Difícilmente. ¿Sucede entonces que la OTAN se siente obligada a ajustarse a la letra de la Resolución n.º 1973 del CSNU que autorizó la campaña aérea sobre Libia? Habría que estar loco para creerlo. La campaña de la OTAN ha violado tanto el espíritu como la letra de dicha Resolución, yendo bastante más allá de “todas las medidas necesarias... para proteger a los civiles y las áreas pobladas bajo amenaza de ataques.”Una gran proporción de incursiones aéreas se llevaron a cabo sobre Trípoli y otros territorios controlados por el régimen, agravando de este modo el riesgo y el alcance de los “daños colaterales” que la OTAN inflige a los civiles que dice proteger. Está claro que la “estricta aplicación del embargo de armas”que estipula la resolución del CSNU no es lo que impide a las potencias de la OTAN armar a los rebeldes. Si esas potencias se hubieran propuesto suministrar cantidades significativas de armamento a los insurgentes, ni los vetos de Moscú y Pekín habrían impedido a EE UU y sus aliados hacer lo que quisieran, como ya hicieron en los Balcanes en 1999 y de nuevo en Irak en 2003. Del mismo modo, si la OTAN no interviene sobre el terreno, no se debe al cumplimiento de la exclusión que hace la resolución del CSNU de toda“fuerza de ocupación extranjera de cualquier tipo en cualquier parte del territorio libio.” Se debe principalmente a que los propios rebeldes rechazaron de forma muy clara cualquier intervención terrestre. Un cartel en la Plaza Tahrir de Bengasi, cuya foto se puede ver en el blog de la periodista palestina Dima Jatib, declara taxativamente: “No a la intervención extranjera en nuestro suelo. Sí al armamento de los rebeldes.”

Mutua desconfianza

La desconfianza, sin duda, es mutua. La actitud práctica de las potencias occidentales hacia los rebeldes libios contrasta visiblemente con su actitud ante el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) antes y durante la guerra de 1999, o su actitud hacia la Alianza del Norte antes y durante los bombardeos sobre Afganistán que comenzaron en octubre de 2001. Obsérvese la permanente insistencia islamófoba por parte de los medios de comunicación occidentales en el papel de los “islamistas” en la revuelta Libia como pretexto para no suministrarles armas y compárese esta actitud con su complacencia ante la presencia de grupos similares entre las fuerzas kosovares, por no abundar en el hecho de que la Alianza del Norte afgana (cuyo nombre real es Frente Islámico Unido para la Salvación de Afganistán) está compuesta mayoritariamente por grupos que mantienen rasgos fundamentalistas, que son un poco menos extremistas que los de los propios talibán. Los medios occidentales denuncian hipócritamente a los fundamentalistas islámicos cuando son antioccidentales y se mantienen muy circunspectos ante el Estado más fundamentalista que hay en la Tierra y principal patrocinador a escala mundial de los sectores más reaccionarios del fundamentalismo islámico, a saber, el reino de Arabia Saudí.

Los medios occidentales nunca se preocuparon por la heterogeneidad de las fuerzas afganas agrupadas en la Alianza del Norte, a la que entregaron el poder en Afganistán. Eso a pesar de que en 1992 -después de derrotar al régimen de Nayibulá, aupado por Moscú hasta que la Unión Soviética se retiró del país al final del año anterior- los mismos componentes de la Alianza del Norte habían convertido el país en un caótico campo de batalla mediante una auténtica guerra hobbesiana de “todos contra todos”. El “Estado islámico de Afganistán” resultó ser tal desastre que los talibán vencieron en 1996 con relativa facilidad. Por supuesto, nada de esto retuvo a Washington cuando decidió derribar a los talibán mediante la acción conjunta de las tropas de la Alianza del Norte y su propia fuerza aérea, con un promedio de 85 misiones de ataque al día durante 76 días desde el comienzo de las operaciones en octubre hasta el 23 de diciembre de 2001 (es decir, un 50 % más que el promedio de misiones realizadas en Libia).

El carácter paradójico de la intervención occidental en Libia ha sido destacado por varios observadores, que a su juicio la explican por el deseo de asegurarse el control sobre la Libia de después de Gadafi. Muchos simpatizantes de la insurrección libia -algunos de los cuales, entre los que me cuento yo, han manifestado su comprensión por el hecho de que Bengasi pidiera “al diablo” que le ayudara a parar una masacre anunciada- advirtieron a los rebeldes desde el primer día de que no presentaran en aquella ocasión a ese “diablo” como un “ángel” y no alimentaran ilusiones respecto a los motivos reales de las potencias occidentales. Estas sospechas tempranas se vieron confirmadas poco después por la evolución de la situación en Libia, hasta el punto de que actualmente cunde la convicción, en círculos árabes antioccidentales, de que la OTAN está prolongando deliberadamente la guerra y con ella la existencia del régimen de Gadafi. Esta idea fue expresada claramente por Munir Shafiq, antiguo dirigente de una corriente maoísta de Al Fatah en la época de Yasir Arafat y coordinador general del Congreso Islámico-Nacionalista (agrupación de varios partidos y personalidades, incluidas la Hermandad Musulmana, Hamás e Hisbolá), en una columna publicada en Aljazeera.net (4 de julio, en árabe):
“Nadie puede entender por qué los aviones de la OTAN se centran en bombardear posiciones en Trípoli que prácticamente son señuelos, mientras permiten que Misrata y otras ciudades sean bombardeadas desde baterías de misiles, piezas de artillería y vehículos militares. Incluso permiten que columnas de las fuerzas de Gadafi se desplacen a la vista de todos sin atacarlas. ¿Dónde queda la protección de civiles y dónde la ayuda al pueblo a derribar a Gadafi?” “La postura de EE UU y la OTAN es una conspiración flagrante contra la revolución popular en Libia y un intento de mantener a las fuerzas de Gadafi en actividad hasta que consigan controlar al CNT y tal vez también a algunos líderes sobre el terreno. Solo entonces derribarán a Gadafi, mientras conspiran contra el pueblo, la revolución y el futuro de Libia.”

Esta firme sospecha refleja un sentimiento expresado en las mismas filas rebeldes libias, como ilustra la declaración de uno de sus líderes locales al diario beirutí Al-Ajbar (2 de junio): “Según Abu Bakr al Faryani, portavoz del consejo local del municipio de Sirte, que se adhiere al CNT opositor, la propia OTAN avanza lentamente en sus operaciones militares contra las brigadas de Gadafi a fin de mantenerle durante más tiempo en el poder e incrementar de este modo el precio que podrán obligar a la oposición a pagar a las potencias mundiales y las grandes empresas que están detrás.”

Los planes de la OTAN para Libia

No se trata de figuraciones fantasmagóricas, de cierta propensión en Oriente Próximo a la teoría de la conspiración. Esas manifestaciones se corresponden con la situación real sobre el terreno, como el cambio de localización de los ataques de la OTAN en Libia que analizó Tom Dale en la edición digital de The Guardian (4 de julio). Y sobre todo se corresponden con una “conspiración” demasiado real de las potencias de la OTAN con respecto al futuro de Libia. El plan fue revelado por Andrew Mitchell, secretario de Desarrollo Internacional del Reino Unido el pasado 28 de junio: un “documento de estabilización” de 50 páginas elaborado por un “equipo de respuesta de estabilización” internacional dirigido por el Reino Unido (y que incluye a Turquía) dibuja un escenario post-Gadafi desde el supuesto de que el “rey de reyes” dimitirá o será derribado. Esto se debe a que a pesar de los repetidos intentos occidentales de convencer al CNT de que pacte con el propio Gadafi, como se ha filtrado regularmente a la prensa en los últimos meses, el CNT ha dejado claro que el derrocamiento de Gadafi y sus hijos es innegociable para la rebelión libia. Incluso la perspectiva de ofrecer a Gadafi un retiro confortable en Libia, planteada tímida y tentativamente por el CNT bajo presión occidental, se abandonó de inmediato debido al revuelo que causó en las filas rebeldes.

Un protagonista clave de los intentos occidentales de pactar con el círculo íntimo de Gadafi es su hijo, Saif al Islam, el hombre que se compró un título de doctorado (sobre sociedad civil y democratización) de la London School of Economics y se hizo visitar y aconsejar por Richard Perle, Anthony Giddens, Francis Fukuyama, Bernard Lewis, Benjamin Barber y Joseph Nye, entre otros, a fin de “mejorar la imagen de Libia y de Muamar el Gadafi”. Saif explicó al diario argelino Al Jabar (11 de julio, en árabe) que el gobierno francés, a pesar de su posición oficial sobre Libia, estaba negociando con Trípoli:
“Ahora estamos negociando con París, tenemos contactos con Francia. Los franceses nos han dicho que el CNT les obedece; incluso nos han dicho que si llegaban a un acuerdo con nosotros en Trípoli, impondrían un alto el fuego al Consejo. [...] Digo que si Francia quiere vender aviones ‘Rafale’, si quiere cerrar contratos en relación con el petróleo, si quiere que vuelvan sus empresas, ha de hablar con el gobierno libio legítimo y con el pueblo libio a través de canales pacíficos y oficiales.”

El “rey de reyes”, por su parte, no se muestra dispuesto a ceder. El 23 de julio reiteró su dura crítica a los pueblos tunecino y egipcio por haber derrocado a sus dictadores. En cualquier caso, el plan de la OTAN preconizado por el Reino Unido se basa en la hipótesis de un “alto el fuego entre el régimen y los rebeldes”, lo que implica que los aparatos y barones del régimen se mantendrán en su lugar. El principal interés que trasluce dicho plan de la OTAN es el deseo de evitar una repetición de la catastrófica gestión llevada a cabo por EE UU de la situación en Irak después de la invasión. Allí, el gobierno de Bush tuvo que elegir entre cooptar el grueso del apartado de Estado baasista o desmantelarlo por completo. Se inclinó por esta última opción, defendida por Ahmed Chalabi y los “neocon” con su descabellado plan de establecer en Irak un Estado minimalista dependiente de EE UU. Así, la nueva “hoja de ruta” libia se inspira en el escenario amparado por la CIA que en su momento se descartó en Irak. Como explicó Mitchell, se basa en “la recomendación de que Libia no siga el ejemplo iraquí de disolver el ejército, que algunos altos funcionarios consideran un error estratégico que dio alas a la insurgencia y favoreció la delicada y volátil situación tras el derrocamiento de Sadam Husein.”

Esta misma preocupación fue transmitida al CNT por el ministro británico de Asuntos Exteriores, William Hague, el día después de visitar Bengasi el pasado 5 de junio. “No a la ‘desbaasificación’, de modo que sin duda (los rebeldes) están aprendiendo de aquello”, declaró Hague. “Ahora tienen que hacerlo saber más efectivamente a fin de convencer a miembros del régimen de que esto es algo que podría funcionar.” El mismo interés determina la actitud de las potencias occidentales ante el levantamiento revolucionario en Siria. Su influencia en Libia, sin embargo, es mucho mayor. La descripción que hizo Mitchell de la “gran aportación” de las potencias de la OTAN y sus aliados a la gestión de la Libia post-Gadafi -a falta de “botas sobre el terreno”- es tan ridícula que cabe preguntarse si no la hizo de broma:
“La UE, la OTAN y las Naciones Unidas se encargarían de las cuestiones de seguridad y justicia; Australia, Turquía y las Naciones Unidas ayudarían en el suministro de servicios básicos; Turquía, los EE UU y las instituciones financieras internacionales dirigirían la economía. Sin embargo -añadió Mitchell- es sumamente importante que el conjunto de este proceso esté en manos de los libios. Lo que se ha hecho es para servir al pueblo libio.”

Este plan A no carece de un plan B, lo que revela la desconfianza de las potencias occidentales en la probabilidad de una “transición ordenada” tras la caída de Gadafi (para retomar la expresión que repitió como un mantra el gobierno de Obama en relación con Egipto). Hablando del plan defendido por el Reino Unido, el Wall Street Journal reveló (el 29 de junio) que funcionarios de la ONU estaban elaborando “planes de contingencia”, que incluían “el despliegue de una fuerza armada multinacional” que “probablemente estaría formada por tropas de países de la región como Turquía, Jordania y tal vez países miembros de la Unión Africana.” Uno de los defensores de dicho despliegue es, como cabía esperar, uno de los dirigentes occidentales más hostil a los rebeldes libios, el general Carter Ham, actual comandante del Mando África de EE UU (AFRICOM). Comparte esta postura con los militares argelinos, a los que visitó a comienzos de junio, advirtiéndoles del riesgo de que las armas que circulan en Libia puedan caer en manos de Al Qaeda. (Otro factor de la actitud hostil de Argelia es probablemente la perspectiva de emancipación de los bereberes en el oeste de Libia.)

El CNT libio se apresuró a obedecer las instrucciones de la OTAN y presentó su propia versión de la hoja de ruta, evidentemente redactada con vistas a satisfacer la obsesión occidental por el “ejemplo iraquí.” Una copia de este plan libio, plasmado en 70 páginas, llegó a manos del Times londinense, que publicó un resumen el 8 de agosto pasado. Contiene cifras detalladas que suenan tan poco plausibles que no cabe más que sospechar que sus autores estaban tratando de contentar a los señores de la OTAN: “Sostiene que 800 agentes de seguridad que están al servicio del gobierno de Gadafi han sido ganados clandestinamente para la causa rebelde y están dispuestos a formar la ‘espina dorsal’ de un nuevo aparato de seguridad... En el documento se afirma que los grupos rebeldes en Trípoli y las zonas adyacentes cuentan con 8.660 seguidores, entre ellos 3.255 miembros del ejército de Gadafi. Se considera muy probable una deserción masiva de oficiales de alto rango, de los que se afirma que un 70 % no apoyan al régimen más que por puro miedo.”

Disensión en las filas de la oposición

El comentario del Times muestra escepticismo sobre la hipótesis del CNT con respecto a la cooptación de sectores del régimen: “Esto seguramente no sólo resultará arriesgado, sino también controvertido, pues muchos combatientes rebeldes están resueltos a eliminar todos los vestigios del régimen.” Como había señalado el Wall Street Journal en su información sobre la hoja de ruta defendida por el Reino Unido: “Muchas brigadas rebeldes se han convertido en milicias, algunas de las cuales se niegan a obedecer las órdenes o a colaborar con aquellos que ocupaban cargos militares o de seguridad en el régimen del coronel Gadafi y posteriormente cambiaron de bando para unirse a la rebelión que estalló en febrero. Algunos líderes rebeldes influyentes han llamado a purgar a los leales al régimen de las futuras fuerzas de seguridad y a dar prioridad a quienes hayan luchado contra Gadafi.”

La firme decisión de los rebeldes de purgar a quienes hubieran optado por defender a Gadafi contra la insurrección es, de hecho, la clave para entender el comportamiento paradójico de la OTAN que se ha descrito más arriba. Las potencias de la OTAN no quieren que los rebeldes liberen Trípoli con sus propios medios, como declaró sin rodeos el Economist de Londres (16 de junio): “Los gobiernos occidentales tienen la esperanza de que los rebeldes no conquisten Trípoli al cabo de un lento avance desde el este, con el riesgo que ello implicaría de que dieran su merecido a los leales a Gadafi que se encontraran por el camino. Prefieren que el régimen implosione desde dentro y que el pueblo de Trípoli se alce para deponer al coronel, una eventualidad que en círculos gubernamentales occidentales se considera cercana.”

Tom Dale ha comentado esta preferencia de la OTAN por una “implosión desde dentro”: “¿Por qué iban a preferir las potencias occidentales un golpe por parte del círculo íntimo de Gadafi a la victoria del ejército rebelde? El golpe palaciego comportaría un acuerdo negociado entre los elementos del antiguo régimen que todavía sostienen a Gadafi y la dirección rebelde, que a su vez también abarca a muchas antiguas personalidades del régimen. Los gobiernos occidentales quieren estabilidad e influencia, y para ellos las figuras del antiguo régimen, sin contar a la familia Gadafi, son la mejor garantía en este sentido.”

Conviene matizar esta última afirmación. Tomemos el ejemplo del general de división Abdul Fatah Yunis, una de las figuras clave del régimen de Gadafi que se pasó al bando rebelde pocos días después de que comenzara la revuelta. Jefe militar de la rebelión libia hasta que fue asesinado recientemente, había criticado abiertamente la acción de la OTAN y mantenía una relación muy conflictiva con el hombre de la CIA, el coronel Jalifa Haftar (a veces su apellido se escribe Hifter), quien después de vivir en el exilio durante casi un cuarto de siglo, sobre todo en EEUU y cobrando de la CIA, volvió a Libia y fue nombrado por el CNT para un alto cargo militar bajo la presión de Washington. Este hombre era detestado por muchos miembros de la oposición libia, como explicó el periodista Shashank Bengali en Real News Network (14 de abril):“Aquí hay cierta preocupación por el hecho de que la larga estancia de Hifter en EE UU y sus supuestos lazos con la CIA y otros altos cargos de EE UU hacen de él una figura controvertida entre los libios, que sienten realmente que este levantamiento tiene carácter autóctono. Desean recibir apoyo exterior en forma de armas y reconocimiento del gobierno de oposición libio y no desean que la rebelión pase a estar controlada por alguna fuerza extranjera como la CIA.”

La hostilidad entre Yunis y Haftar ha llevado a algunos a sospechar que el asesinato del primero ha sido organizado por CIA a fin de allanar el camino al segundo. Sin embargo, Yunis no ha sido sustituido por Haftar, sino por otro desertor temprano del régimen de Gadafi, el general Suleiman Mahmud, comandante de la provincia oriental afincado en Tobruk hasta su deserción. De hecho, las condiciones no parecen favorables a los hombres que mantienen los lazos más fuertes con el extranjero, como indican ciertos comentarios publicados en el New York Times sobre la disolución del gabinete provisional por parte del CNT en la víspera del asesinato de Yunis:
“La remodelación también parecía responder a un esfuerzo por parte de ciertos grupos de interés dentro del movimiento rebelde, incluidos dirigentes autóctonos que ayudaron a impulsar la revuelta, por afirmar su poder marginando a dirigentes que habían vuelto de exilio y ocupaban cargos clave. Durante meses había habido quejas de que miembros del gabinete eran desconocidos para la mayoría de los libios, pues habían pasado casi todo el tiempo en el extranjero, sobre todo en Qatar, el país que se ha convertido en el defensor más entusiasta de los rebeldes. [...] Un portavoz rebelde ha dicho que van a exigir a [Mahmud] Jibril [el economista neoliberal nombrado por el CNT para dirigir su gabinete, después de haber dirigido las reformas neoliberales del régimen de Gadafi desde 2007 hasta el levantamiento], a quien apenas han visto en Bengasi, que pase más tiempo en Libia.”

Una explicaciónplausibledelasesinato de Abdul Fatah Yunis es la que dio su colaborador Mohamed Agury, quien atribuyó el atentado a miembros de la Brigada de los Mártires del 17 de Febrero. (Según otra fuente, los autores del crimen forman parte de un grupo islámico que se autodenomina Brigada Abu Ubaidah Ibn al Jarrah.) El testimonio de Agury da idea de la compleja y heterogénea composición de las fuerzas rebeldes: “La Brigada de los Mártires del 17 de Febrero es un grupo formado por centenares de civiles que tomaron lar armas para unirse a la revuelta. Sus combatientes participan en las batallas de primera línea contra las fuerzas de Gadafi, pero también actúan como una fuerza de seguridad interna semioficial de la oposición. Algunos de sus dirigentes provienen del Grupo de Combate Islámico de Libia, un grupo radical islámico que ya lanzó una campaña violenta contra el régimen de Gadafi en la década de 1990. [...] No se fían de ninguno que haya estado en el régimen de Gadafi, querían venganza,” dijo Agury.

Otro acontecimiento revelador que muestra la heterogeneidad de las filas de la oposición fue la “Conferencia para el Diálogo Nacional” celebrada en Bengasi el 28 de julio. Asistieron 350 participantes, entre ellos miembros de la citada Brigada de los Mártires del 17 de febrero y exmiembros de la rama libia de la Hermandad Musulmana, mientras que la Hermandad misma negó cualquier relación con la conferencia. Los asistentes insistieron en la unidad de Libia, su carácter islámico y la necesidad de un diálogo nacional amplio, mientras Al Amin Belhaj, miembro del CNT, declaró que a pesar de que Gadafi y sus hijos no podían permanecer en el poder, sí podían quedarse en Libia bajo protección oficial. Por lo visto, algunos de los participantes tenían contactos con Saif al Islam Gadafi, un dato que encaja bien con las recientes declaraciones de éste al New York Times: “He liberado [a islamistas libios] de la cárcel, les conozco personalmente, son mis amigos”, dijo, aunque añadió que la liberación fue “un error” debido a su papel en la revuelta.

Fuera del hotel en que se celebraba la conferencia hubo una manifestación. El reportaje de Aljazeera.net muestra a un hombre joven que sostiene un cartel que dice, en nombre de la Juventud de la Revolución del 17 de Febrero: “La Conferencia Nacional sólo se representa a sí misma”. Los manifestantes expresaron su rechazo de cualquier diálogo con Saif al Islam y sus colaboradores. Acusaban a los organizadores de la conferencia de utilizar milicias para tomar el poder antes de que se completara la liberación de Libia. Naima Dyibril, abogada y miembro del “Comité de apoyo a la participación de las mujeres en la toma de decisiones”, de Bengasi, se quejó en la página web por la exclusión de las mujeres de la conferencia. Otros detalles del plan del CNT, según el Wall Street Journal (12 de agosto), muestran un reconocimiento tranquilizador de la complejidad de la situación libia y la voluntad de abordarla de una manera democrática: “El plan reconoce que la dirección en Bengasi todavía carece del apoyo oficial de las regiones que todavía se hallan bajo control del coronel Gadafi, abriendo un proceso para cubrir 25 puestos vacantes que deberán representar a esas zonas en un órgano que cuenta con 65 escaños. Según el plan, los miembros actuales del Consejo no podrán presentarse a las dos primeras convocatorias de elecciones nacionales, ni aceptar cargos políticos en los gobiernos que salgan de ellas. [...] De acuerdo con el documento, un Consejo Nacional de Transición ampliado -en el que haya representantes de las zonas bajo control de Gadafi- gobernará durante ocho meses a partir de la caída de Gadafi, periodo en el que se celebrarían elecciones para una comisión constitucional y un congreso nacional transitorio de 200 miembros. La representación de cada distrito se concretaría en función del censo de población de 2010. El congreso ejercería el poder durante un periodo transitorio de menos de un año, durante el cual se sometería a votación en referéndum nacional un nuevo proyecto de constitución y sería elegido el nuevo gobierno permanente de Libia de conformidad con lo estipulado en dicha constitución.”

Es de esperar que la realidad se ajuste a las previsiones del plan, pero hay muchos factores que se oponen a la aplicación del mismo, dada la compleja maraña de fuerzas tribales, étnicas y políticas que constituyen la sociedad libia, que apenas está saliendo de más de cuatro décadas de uno de los regímenes dictatoriales más desquiciados de la historia moderna. La constitución provisional basada en el plan arriba descrito ya es objeto de contestación en Bengasi, y se acusa al CNT de estar actuando a puerta cerrada. La diferencia fundamental entre el revuelo político en Libia y la situación en Egipto es que en el primer país la oposición y el régimen están separados territorialmente, y que la familia gobernante ha sido derribada en El Cairo, pero todavía no en Trípoli.

Al igual que en Egipto, la batalla política se libra entre diversos grupos de la oposición, algunos de los cuales, especialmente entre las fuerzas islámicas, están dispuestos a contemporizar con instituciones del régimen, mientras que otros, sobre todo entre la juventud, rechazan esta perspectiva y aspiran a una transformación radical de su país. Otra diferencia importante es la ausencia en Libia del papel del movimiento obrero, que es muy importante en el proceso egipcio. (Aunque Kamal Abu Aita, el presidente de la nueva Federación Egipcia de Sindicatos Independientes, me ha informado de que recientemente se ha creado una federación sindical similar en Bengasi.) La situación en Libia -como en Túnez y Egipto y todos los demás países de Oriente Medio en que se desarrolla el actual proceso revolucionario- se halla al comienzo de un periodo prolongado de evolución tumultuosa. Este es el destino habitual de los levantamientos revolucionarios. Las potencias occidentales tendrán muchas dificultades para controlar el proceso. Carecen de tropas sobre el terreno, aunque tampoco eso les serviría de mucho, vista su incapacidad para controlar la situación en países donde sí han desplegado fuerzas armadas, como Irak y Afganistán. El proceso de liberación y autodeterminación de los pueblos es intrincado y puede atravesar fases inquietantes, pero sin este proceso y la disposición a pagar el coste que conlleva, que puede llegar a ser muy importante, el mundo entero seguiría viviendo bajo regímenes absolutistas.


-  Publicado en Jadaliyya http://www.jadaliyya.com/
-  Traducción: VIENTO SUR a partir de la versión en inglés del autor.
-  Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=4276


martes, 29 de marzo de 2011

La paz de los bombardeos

El atentado de la ONU y de los imperialismos que integran la OTAN contra la paz, la Carta de la ONU y la soberanía de Libia es una guerra contrarrevolucioria y debe ser condenada con toda energía. Por Guillermo Almeyra 



A Barack Obama le dieron el Premio Nobel de la Paz mientras conducía dos guerras y media (Irak, Afganistán, Cuba). Acaba de “ganárselo” de nuevo ordenando bombardear Libia sin permiso del Congreso y desde suelo brasileño, aunque Brasil se opone a esta aventura.

El pretexto -una “intervención humanitaria” para salvar vidas humanas- es de un cinismo atroz. Los bombardeos no salvan vidas sino que las siegan y por sí mismos ni imponen la paz ni hacen caer a ningún gobierno, porque para eso se necesita que el gobierno-blanco sea superado en tierra por una fuerza militar opositora.

O sea, que la operación “humanitaria” esconde en realidad la decisión de echar del poder a Kadafi con las tropas imperialistas, que vendrían detrás de los bombardeos... eso, si los diversos imperialismos se ponen de acuerdo.

El otro pretexto -la dictadura de Kadafi- es igualmente cínico. A Estados Unidos las dictaduras de Arabia Saudita, Yemen, Qatar, Bahrein, los Emiratos árabes le van muy bien, como les iban muy bien Mubarak y Ben Ali o Álvaro Uribe en Colombia.

Kadafi incluso era una pieza esencial de su dispositivo en el Mediterráneo y del reforzamiento de Israel, que bombardea diariamente a los palestinos.

El problema comenzó cuando la rebelión democrática árabe, que pone en cuestión la dominación imperialista en la zona, los acuerdos de Camp Davis y la estabilidad del mercado petrolero, abarcó también a Libia, donde Kadafi había quedado solo después de la caída de sus amigos Mubarak y Ben Ali.

Allí se presentó ante el imperialismo una disyuntiva: o bien el imprevisible Kadafi, hasta entonces su aliado fiel , se imponía mediante un baño de sangre y, para reconstruir su poder, a lo mejor desempolvaba su nacionalismo de hace un cuarto de siglo (y las dos cosas le eran políticamente insoportables) o, por el contrario, vencía una coalición heterogénea que incluye, junto a monárquicos xenófobos a nacionalistas antiimperialistas y que se apoya sobre un deseo ardiente de democracia y de libertad que choca con los agentes del imperialismo y ex ministros de Kadafi vendidos que también forman parte de esa coalición pero no la controlan.

La intervención militar organizada mal y a toda prisa por los diversos imperialismos que tienen intereses divergentes en Africa por consiguiente no estuvo tanto motivada por el deseo de apoderarse del petróleo libio.

Antes que nada porque ese petróleo ya lo tenían desde hace casi 40 años Total, Eni, la Shell y British Petroleum o Repsol porque Kadafi les había dado concesiones y mantenido sólo una empresa estatal (que era la caja chica de su familia) y, segundo, porque la intervención militar sólo se empezó a discutir ante la insurrección democrática y nacional de todo el mundo árabe y es, en realidad, un intento de pesar militarmente haciendo presión en el eslabón más débil de esa rebelión generalizada: o sea, sobre una sublevación que tiene una dirección inestable y heterogénea y está colocada en una relación de fuerzas militar desfavorable, lo cual le permitiría al imperialismo intervenir con menor costo político local.

El atentado de la ONU y de los imperialismos que integran la OTAN contra la paz, la Carta de la ONU y la soberanía de Libia es una guerra contrarrevolucioria y debe ser condenada con toda energía.

Francia ahora trata de destruir los aviones que Sarkozy le vendió el año pasado a Kadafi y Estados Unidos las armas que le dio porque Kadafi sostenía a Mubarak, que a su vez sostenía a Israel. La guerra no era ni la única ni la mejor opción. Había, por supuesto, otros modos de impedir que Kadafi matase en masa a los rebeldes libios.

Por empezar, impedirle vender petróleo (con el cual se hace más rico y se rearma) pero esa medida no la tomarán los imperialistas porque temen que aumente el precio del barril en plena crisis económica mundial agravada por el tsunami en Japón y por esa misma razón China y Rusia se abstuvieron en la ONU dando vía libre a los bombardeos que prefieren a las medidas políticas...

Ahora los rebeldes se oponen a una intervención de tropas extranjeras en Libia, pero los imperialistas sólo pueden lograr su objetivo mandándolas a combatir en el terreno porque los bombardeos son ineficaces.

El problema consiste en que los estadounidenses no pueden, políticamente, ocupar otro país más y sus aliados están divididos en cuanto quién se haría cargo de la operación y quién la dirigiría.

Eso da tiempo para actuar. Con los libios -todos ellos- el mundo debe rechazar esa intervención exigiendo una mediación de la Unión Africana y el ALBA, con tropas africanas neutrales de interposición entre ambas fuerzas para garantizar un cese el fuego que permita preparar la convocatoria de una Asamblea Constituyente donde el pueblo libio decida democráticamente cuál será su gobierno.

La condición previa, sin embargo, de esta pacificación debe ser el cese de los bombardeos criminales de Estados Unidos y sus cómplices, como Sarkozy que, para quitarle algunos votos a la extremaderecha en las elecciones francesas, mata árabes, o Berlusconi que bombardea “con pesar” a su socio en negocios, amigo y compañero de orgías para distraer de los procesos que le pueden costar el gobierno y llevarlo a la cárcel.

Si fuese posible, sería necesaria una Brigada Internacional de Paz formada por jóvenes árabes y latinoamericanos y europeos presente en el terreno como fuerza pacificadora para garantizar el cese el fuego.

¡Fuera el imperialismo de Libia!
¡El destino de Libia debe ser decidido por los libios y por el pueblo árabe!
¡Fuera los dictadores de Yemen, Bahrein, Qatar, Arabia Saudita, Libia!
¡Fuera la OTAN del Mediterráneo!

Guillermo Almeyra
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Reproducimos Solicitada:

Apoyar las luchas de las masas árabes Rechazar la intervención del imperialismo

Las rebeliones que se iniciaran en Argelia, que derribaran a los autócratas y déspotas que durante décadas oprimieron a los pueblos de Túnez y Egipto, que tienen réplicas en otros países del África y el Medio Oriente, siguen avanzando. Ahora se han instalado en Libia.

Los imperialismos norteamericano y europeo ven caer a sus personeros y ven como se debilita su presencia en la región.

Sin embargo Libia no es totalmente asimilable al resto de los países del norte africano, como tampoco lo es la dirección de la insurrección en curso. Esto provoca controversias al momento de definir una posición política.
Efectivamente existe un intento del imperialismo de expropiar la rebelión popular, pero esto no puede implicar mecánicamente el apoyo a Kedafi.

El imperialismo lo quiere sustituir por sus propios agentes y utilizar el repudio que existe contra el sanguinario dictador para crear un gobierno afin a los intereses de las grandes compañías petroleras.

Con este objetivo Estados Unidos puso en marcha un cerco diplomático (desde la ONU) y una amenaza de intervención militar (desde la OTAN), que no instrumentó en Túnez o Egipto y que ni se le ocurre aplicar a sus aliados, reyezuelos o títeres de Yemen, Barhein, Marruecos, Jordania, Oman o Arabia Saudita. Si no lo logra contemplará otras variantes como la secesión del país.

A pesar de estas amenazas no debemos olvidar quién es Kedafi. En sus orígenes no fue una marioneta dirigida a control remoto por el imperialismo y sí fue un aliado de los movimientos antiimperialistas en el mundo, también un declarado anticomunista.

Con la nacionalización de la renta petrolera desarrolló la economía y mejoró sustancialmente las condiciones de vida de su población en base a grandes subsidios y a la importación de alimentos.

Con el fin de la “Guerra fría” y el agotamiento de la política de enfrentamiento entre dos grandes bloques Kedafi dejó de ser importante en la región. Salvo porque Italia, Francia y España son los principales compradores de su petróleo que, privatizado, se disputan varias compañías imperialistas (Total, Shell, Eni, entre otras), o por las enormes inversiones que tiene en la Fiat de Italia, en constructoras de España, en la industria de armamentos en Inglaterra o en la banca europea.

Desde entonces su política en la región se tornó cada día más reaccionaria respaldando a dictadores como Ben Ali y Mubarak y se reconvirtió en una pieza más de la política de Israel y de Estados Unidos.

En paralelo y sobre todo desde 2003 inició un proceso de concesiones económicas (apertura y ajuste estructural de la economía, eliminación de subsidios, facilidades a las inversiones extranjeras y al capital financiero), que impactaron en las condiciones en que hoy viven y reproducen su existencia los trabajadores y sectores populares libios.

Esto duró lo que duraron sus bases de apoyo internacionales: Por un lado el debilitamiento de la hegemonía estadounidense y del Estado italiano, la recesión económica internacional, el aumento del precio de los alimentos. Por el otro las insurgencias democráticas en sus fronteras occidental y oriental rompieron los frágiles equilibrios kedafistas.

Esta fue la base del estallido. Que partió del eslabón más débil, la Cirenaica, y de las tribus nómades y se propagó a los trabajadores y las clases medias urbanas empobrecidas. En esa rebelión se mezclan agentes de EEUU, monárquicos, sectas fundamentalistas, nacionalistas nasseristas, burgueses que quieren su parte del botín del Estado, obreros del petróleo y la industria química, estudiantes universitarios que no tienen trabajo ni perspectiva, mujeres educadas por la alfabetización que Kedafi promovió, oficiales y soldados hartos del despotismo y la corrupción. El proceso es muy confuso y es evidente que hay sectores manipulados por los EEUU.

Kedafi llama a la unidad nacional contra los enemigos de afuera mientras promete una matanza a los enemigos de adentro. Pero también la intervención militar que preparan Estados Unidos y los gobiernos europeos ante la posibilidad de una guerra civil provocará más muertos y hambre desatando un proceso que puede encender la adormecida mecha del nacionalismo antiimperialista árabe.

Frente a esta perspectiva quienes no vemos el curso de la historia solamente como un enfrentamiento entre sectores “nacionales” y “proimperialistas”, sino desde una posición de independencia de clase y defensa de los intereses de explotados y oprimidos ante todos sus opresores y explotadores, nacionales o extranjeros, llamamos discutir lo que está sucediendo en Libia y en toda la región azotada y expoliada por regímenes despóticos y autoritarios.

Nos oponemos al saqueo del petróleo que se prepara. Alertamos contra las maniobras en curso para sustituir a un tirano por otro servidor de las grandes potencias. Convocamos a la auto-defensa de los trabajadores, a la reorganización de la economía sobre nuevas bases y a la resistencia contra todos los actos del imperialismo a las puertas de las revoluciones tunecina y egipcia.

Quiénes firmamos esta declaración defendemos la autodeterminación de los pueblos y estamos a su lado frente a todo tipo de intervención imperialista. Repudiamos la reciente declaración de las NU y llamamos a la más amplia solidaridad antiimperialista y antidictatorial con el pueblo libio y el conjunto de las masas árabes.
La Asamblea de los movimientos sociales reunida en el Foro Social Mundial en Dakar resolvió “...una jornada mundial de movilización en solidaridad con la revolución en el mundo árabe” para el próximo 20 de marzo (fecha elegida por ser el aniversario de la invasión a Irak en 2003). Unamos nuestros esfuerzos a esta jornada mundial

Buenos Aires, febrero 27 de 2011

Primeras firmas: Guillermo Almeyra, Claudio Katz, Agustín Santella, Mabel Bellucci, Cristina Martín, Guillermo Gigliani Modesto Guerrero, Aldo Casas, Luis Angió, Emilio Taddei, Clara Algranati, José Seoane, Hernán Ouviña, Susana Neuhaus, Hugo Calello, Alberto Bonnet, Miguel Mazzeo, Ariel Petrucelli, Eduardo Lucita.
Adhesiones recibidas: Martín Ogando, Elisa Rando, Carlos Aznarez, Ricardo Zambrano, Silvio Schachter, Gustavo Robles, Eduardo Faletty, Alejandro Andreassi, Fernando Moyano, Meriem Choukrom, Mario Hernandez, Nano del Valle, Daniela Vergara, Manuel Rodríguez, Tato Tabárez, Cristina Quenardello, Raúl Jauzat , Francisco Sobrino, Alberto Teszkiewicz, Marisabel Grau, Manuel Benza Pflücker , Eduardo Grüner, José Bustos, Miguel García, Mariana Bosio, Fernando Armas, Ernesto Nicolay, Pablo Ghigliani, Adrián Piva, Mariano Saravia, Carlos Antón, Facundo Bianchini, Maria Felisa Lemos

Enrique Gandolfo, Laura García, Eugenia Etchegurry (CTA Bahia Blanca-Cnel. Borrego) Roberto “Beto” Pianelli, Néstor Segovia, Jorge “Facha” Méndez (AGSyP)

Tilda Rabi - Presidenta Federación de Entidades Argentino Palestinas. Pablo Goodbar - AARSOPAL (Asociación Argentina de Solidaridad con Palestina)

Frente Popular Darío Santillán La Mella - Corriente estudiantil - UBA - Cátedra Abierta Americanista Frente Universitario de Luján, en el MULCS Mesa Coordinadora Barrial de Moreno, en el MULCS Bachillerato Popular “El Galpón” Moreno Beatriz Amor, Bachillerato Popular “Agustín Tosco” Militancia Comunista, en el MULCS. Bases Socialistas, en el MULCS Frente de Organizaciones en Lucha (FOL)

Juan Manuel Kart (La Mella / Juventud Rebelde) Itai Hagman - Presidente FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires),Martha Linares - Presidente CECSo (Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales - UBA), Laura Fraile - Presidenta CECEN (Centro de Estudiantes de Ciencias Exactas y Naturales - UBA), Pablo Vensentini - Presidente CEFyL (Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras - UBA),Ignacio Kostzer - Consejero Superior UBA, Leandro Altman - Consejero Superior UBA, Germán Feldman - Consejero Directivo Facultad de Ciencias Sociales UBA, Jazmín Rodriguez - Consejera Directiva Facultad de Ciencias Sociales UBA, Ignacio Visanni - Consejero Directivo Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA, Alicia Grande - Consejera Directiva Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA, Marcelo Luda - Consejero Directivo Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA.

Damián Fau - Presidente CEUGS (Centro de Estudiantes UNiv. Gral. Sarmiento)

Del Exterior: (Uruguay, Venezuela, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Panamá, España, Francia, otros no identificados)

Susana Khalil, Asociacion de Socorro al Pueblo Palestino, Canaán, Liliana Beli, Mauricio Castaldo, Fco. Rafael Trujano Hermoso, Alejandro Dehollain, Nancy Spasadin, Severo Salles, Marina Almeida, Luis B. Pericás, Román Murguía, Armando Ch. Noriega, Elena Alvares, Antonio Orozco Michel, Elvira Concheiro, Santiago Concheiro Carmona, Luciano Concheiro, Cristina Vera Victoria Álvarez,Camila Ruiz Segovia, Luna María Lozano, Fernanda Roldán, Emilia Jorajuria, Balam Rosas Reinhold, Olmo Mariano Ayala, Marcos Britos, Cristian Saúl Xicará, Lucas del Aguila, Gabriel F. López., Carlos Morera, Miguel Ruiz Acosta, Mauricio Macossay, Gustavo Monterrubio Alfa, Romilio G. Chamorro, Antonio Moscato, José Luis Hdez. Ayala, Fdo. Buen Abad Domínguez, Victor P. Martínez, Carlos M. Mateluna, Guadalupe VALENCIA, Celso X. L. Pazos, Horacio Cervantes Martínez, Soledad G. Baica, Martín Gonzales, Olga Vassori, Jorge J. Egurrola, Javier Bone, Reinaldo Barría, Francesc M. Sallas, Efraín Cruz Marín.

Adhesiones a:
eduardo.lucita@gmail.com

miércoles, 23 de marzo de 2011

Correa llamó a la Unasur a rechazar la intervención militar a Libia

El presidente de Ecuador, Rafael correa, convocó a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) a repudiar la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Libia. El mandatario calificó la acción armada como “terrible”.

Correa. Rechazó la intervención militar en Libia.  Fuente: (patriagrande)
Correa. Rechazó la intervención militar en Libia.  (patriagrande)

Correa sostuvo que "Ecuador rechaza terminantemente la intervención militar". Y agregó que "la mayoría de los países no dice nada para quedar bien".

Al mismo tiempo, el mandatario ecuatoriano convocó a la Unasur a rechazar la intervención militar en Libia.

En el mismo sentido, la Cancillería de Ecuador se pronunció en contra de la intervención de la OTAN. Al tiempo que llamó a un cese de fuego y convocó a una mediación para lograr una salida pacifica al conflicto armado.

En declaraciones a Ecuadorinmediato, Correa se preguntó sobre las lecciones de la guerra en Irak por "los millones de muertos que ha costado eso".

En el mismo sentido, los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, de Bolivia, Evo Morales, de Paraguay, Fernando Lugo y de Uruguay, José Mujica, condenaron la intervención de Francia, Estados Unidos e Inglaterra en Libia, con el respaldo de la ONU.

Chávez calificó la intervención militar de "locura imperial" y condenó el "bombardeo indiscriminado" que ya causó muertes de civiles.

Asimismo, dijo que ni Estados Unidos, ni Francia, ni Inglaterra tienen derecho de echarle bombas a otro país. Y consideró que buscan adueñarse del petróleo de Libia.

En contra de estas posturas se expresó el presidente de Perú, Alan García, quien apoyó la intervención y saludó a los Gobiernos de Estados Unidos, Francia e Inglaterra. (PÚLSAR)

 
Audios disponibles:
Rafael Correa, presidente de Ecuador (intervención en Libia)
 27 seg. (218 KB) archivo mp3

jueves, 10 de marzo de 2011

La OTAN, la guerra, la mentira y los negocios, por Fidel Castro Ruz


Como algunos conocen, en septiembre de 1969, Muammar al-Gaddafi, un militar árabe beduino de peculiar carácter e inspirado en las ideas del líder egipcio Gamal Abdel Nasser, promovió en el seno de las Fuerzas Armadas un movimiento que derrocó al Rey Idris I de Libia, un país desértico casi en su totalidad y de escasa población, situado al norte de África, entre Túnez y Egipto.

Los importantes y valiosos recursos energéticos de Libia fueron descubriéndose progresivamente.

Nacido en el seno de una familia de la tribu beduina de pastores nómadas del desierto, en la región de Trípoli, Gaddafi era profundamente anticolonialista. Se asegura que un abuelo paterno murió luchando contra los invasores italianos cuando Libia fue invadida por éstos en 1911. El régimen colonial y el fascismo cambiaron la vida de todos. Se dice, igualmente, que el padre sufrió prisión antes de ganarse el pan como obrero industrial.

Incluso, los adversarios de Gaddafi aseguran que se destacó por su inteligencia como estudiante; fue expulsado del liceo por sus actividades antimonárquicas. Logró matricularse en otro liceo y después graduarse en leyes en la Universidad de Bengasi a los 21 años. Ingresa después en el Colegio Militar de Bengasi donde creó lo que se denominó el Movimiento Secreto Unionista de Oficiales Libres, concluyendo posteriormente sus estudios en una academia militar británica.

Estos antecedentes explican la notable influencia que ejerció después en Libia y en otros líderes políticos, estén hoy a favor o en contra de Gaddafi.

Había iniciado su vida política con hechos incuestionablemente revolucionarios.

En marzo de 1970, tras manifestaciones masivas nacionalistas, logró la evacuación de los soldados británicos del país y, en junio, Estados Unidos desalojó la gran base aérea cerca de Trípoli , entregada a instructores militares egipcios, país aliado a Libia.

En 1970, varias compañías petroleras occidentales y sociedades bancarias con participación de capitales extranjeros fueron afectadas por la Revolución. A fines de 1971, la famosa British Petroleum corrió la misma suerte. En el área agropecuaria todos los bienes italianos fueron confiscados, los colonos y sus descendientes expulsados de Libia.

La intervención estatal se orientó al control de las grandes empresas. La producción de ese país pasó a disfrutar de uno de los niveles más altos del mundo árabe. Se prohibió el juego y el consumo de alcohol. El estatus jurídico de la mujer, tradicionalmente limitado, fue elevado.

El líder libio se enfrascó en teorías extremistas que se oponían tanto al comunismo como al capitalismo. Fue una etapa en la que Gaddafi se dedicó a la teorización, que no tiene sentido incluir en este análisis, aunque sí señalar que en el artículo primero de la Proclama Constitucional de 1969 se establecía el carácter “Socialista” de la Jamahiriya Árabe Libia Popular.

Lo que deseo enfatizar es que a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN nunca le interesaron los derechos humanos.

La olla de grillos que tuvo lugar en el Consejo de Seguridad, en la reunión del Consejo de Derechos Humanos con sede en Ginebra, y en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, fue puro teatro.

Comprendo perfectamente las reacciones de los líderes políticos envueltos en tantas contradicciones y estériles debates, dada la urdimbre de intereses y problemas que deben atender.

Todos sabemos muy bien que el carácter de miembro permanente, el poder de veto, la posesión de armas nucleares, y no pocas instituciones son fuentes de privilegios e intereses impuestos por la fuerza a la humanidad. Se puede estar o no de acuerdo con muchas de ellas, pero jamás aceptarlas como medidas justas o éticas.

El imperio pretende ahora hacer girar los acontecimientos en torno a lo que hizo o no Gaddafi, porque necesita intervenir militarmente en Libia y golpear la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe. Hasta ahora no se decía una palabra, se guardaba silencio y se hacían negocios.

Promovida la latente rebeldía libia por los órganos de inteligencia yanki, o por los errores del propio Gaddafi, es importante que los pueblos no se dejen engañar, ya que muy pronto la opinión mundial tendrá suficientes elementos para saber a qué atenerse.

A mi juicio, y así lo expresé desde el primer momento, había que denunciar los planes de la belicosa OTAN.

Libia, igual que muchos países del Tercer Mundo, es miembro del Movimiento de Países No Alineados, del Grupo de los 77 y otras organizaciones internacionales, a través de las cuales se establecen relaciones independientemente de su sistema económico y social.

A grandes rasgos: la Revolución en Cuba, inspirada en principios Marxistas-Leninistas y Martianos, había triunfado en 1959 a 90 millas de Estados Unidos, que nos impuso la Enmienda Platt y era propietario de la economía de nuestro país.

Casi de inmediato, el imperio promovió contra nuestro pueblo la guerra sucia, las bandas contrarrevolucionarias, el criminal bloqueo económico, y la invasión mercenaria de Girón, custodiada por un portaaviones y su infantería de marina lista para desembarcar si la fuerza mercenaria obtenía determinados objetivos.

Apenas año y medio después nos amenazó con el poderío de su arsenal nuclear. Una guerra de ese carácter estuvo a punto de estallar.

Todos los países latinoamericanos, con la excepción de México, participaron del criminal bloqueo que todavía perdura, sin que nuestro país jamás se rindiera. Es importante recordarlo para los que carecen de memoria histórica.

En enero de 1986, esgrimiendo la idea de que Libia estaba detrás del llamado terrorismo revolucionario, Reagan ordenó romper relaciones económicas y comerciales con ese país.

En marzo, una fuerza de portaaviones en el Golfo de Sirte, dentro de aguas consideradas nacionales por Libia, desató ataques que ocasionaron la destrucción de varias unidades navales provistas de lanzamisiles y de sistemas de radares de costa que ese país había adquirido en la URSS.

El 5 de abril, una discoteca en Berlín Occidental, frecuentada por soldados de Estados Unidos, fue víctima de explosivos plásticos, en el que tres personas murieron, dos de ellas militares norteamericanos y muchos fueron heridos.

Reagan acusó a Gaddafi y ordenó a la Fuerza Aérea que diera respuesta. Tres escuadrones despegaron de los portaaviones de la VI Flota y bases en el Reino Unido, atacaron con misiles y bombas siete objetivos militares en Trípoli y Bengasi. Alrededor de 40 personas murieron, 15 de ellas civiles. Advertido del avance de los bombarderos, Gaddafi reunió la familia y estaba abandonando su residencia ubicada en el complejo militar de Bab Al Aziziya, al sur de la capital. No había concluido la evacuación cuando un misil impactó directamente en la residencia, su hija Hanna murió y otros dos hijos resultaron heridos. El hecho recibió un amplio rechazo; la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución de condena por violación de la Carta de la ONU y el Derecho Internacional. Igual hizo en términos enérgicos el Movimiento de Países No Alineados, la Liga Árabe y la OUA.

El 21 de diciembre de 1988, un Boeing 747 de la compañía Pan Am que volaba de Londres a Nueva York se desintegró en pleno vuelo por el estallido de una bomba, los restos cayeron sobre la localidad de Lockerbie, y la tragedia costó 270 vidas de 21 nacionalidades.

En un principio el Gobierno de Estados Unidos sospechó de Irán, como represalia por la muerte de 290 personas por el derribo de un Airbus de su línea estatal. Las investigaciones, según los yankis, implicaban dos agentes de la inteligencia Libia. Imputaciones similares contra Libia se hicieron por un avión de la aerolínea francesa en ruta Brazzaville-N’Djamena-Paris, implicando a funcionarios libios que Gaddafi rechazó extraditar por hechos que negó categóricamente.

Una leyenda tenebrosa se fabricó contra él con la participación de Reagan y Bush padre.

Desde 1975 hasta la etapa final del gobierno de Reagan, Cuba se había consagrado a sus deberes internacionalistas en Angola y otros países de África. Conocíamos de los conflictos que se desarrollaron en Libia o en torno a ella por lecturas y testimonios de personas muy vinculadas a ese país y al mundo árabe, así como por las impresiones que guardamos de numerosas personalidades de distintos países con los que tuvimos contactos en aquellos años.

Muchos conocidos líderes africanos con los que Gaddafi mantenía relaciones estrechas se esforzaron por buscar soluciones a las tensas relaciones entre Libia y el Reino Unido.

El Consejo de Seguridad le había impuesto sanciones a Libia que comenzaron a superarse cuando Gaddafi aceptó someter a juicio, con determinadas condiciones, a los dos acusados por el avión que estalló sobre Escocia.

Delegaciones libias comenzaron a ser invitadas a reuniones intereuropeas. En julio de 1999 Londres inició el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas con Libia, después de algunas concesiones adicionales.

En septiembre de ese año, los ministros de la Unión Europea aceptaron revocar las medidas restrictivas al comercio tomadas en 1992.

El 2 de diciembre, Massimo D’Alema, primer ministro italiano, realizó la primera visita de un jefe de gobierno europeo a Libia.

Desaparecida la URSS y el campo socialista de Europa, Gaddafi decidió aceptar las demandas de Estados Unidos y la OTAN.

Cuando visité Libia en mayo de 2001, me exhibió las ruinas del traidor ataque con que Reagan asesinó a su hija, y estuvo a punto de exterminar a toda la familia.

A inicios del 2002, el Departamento de Estado informó que estaban en curso conversaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Libia.

En mayo se había vuelto a incluir a Libia en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, aunque, en enero, el presidente George W. Bush no había mencionado al país africano en su célebre discurso sobre los integrantes del “eje del mal”.

Al iniciarse el año 2003, en virtud del acuerdo económico sobre indemnizaciones alcanzado entre Libia y los países demandantes, Reino Unido y Francia, el Consejo de Seguridad de la ONU levantó las sanciones de 1992 contra Libia.

Antes de finalizar el 2003, Bush y Tony Blair informaron de un acuerdo con Libia, país que había entregado a expertos de inteligencia del Reino Unido y Washington documentación de los programas no convencionales de armas, así como misiles balísticos con un alcance superior a 300 kilómetros. Funcionarios de ambos países ya habían visitado diversas instalaciones. Era el fruto de muchos meses de conversaciones entre Trípoli y Washington, como reveló el propio Bush.

Gaddafi cumplió sus promesas de desarme. En pocos meses Libia entregó las cinco unidades de misiles Scud-C con un alcance de 800 kilómetros y los cientos de Scud-B, cuyo alcance sobrepasaba los 300 kilómetros en misiles defensivos de corto alcance.

A partir de octubre de 2002 se inició el maratón de visitas a Trípoli: Berlusconi, en octubre de 2002; José María Aznar, en septiembre de 2003; Berlusconi de nuevo en febrero, agosto y octubre de 2004; Blair, en marzo de 2004; el alemán Schröeder, en octubre de ese año; Jacques Chirac, en noviembre de 2004. Todo el mundo feliz. Poderoso caballero es don dinero.

Gaddafi recorrió triunfalmente Europa. Fue recibido en Bruselas en abril de 2004 por Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea; en agosto de ese año el líder libio invitó a Bush a visitar su país; Exxon Mobil, Chevron Texaco y Conoco Philips ultimaban la reanudación de la extracción de crudo a través de joint ventures.

En mayo de 2006, Estados Unidos anunció la retirada de Libia de la lista de países terroristas y el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas.

En 2006 y 2007, Francia y Estados Unidos suscribieron acuerdos de cooperación nuclear con fines pacíficos; en mayo de 2007, Blair volvió a visitar a Gaddafi en Sirte. British Petroleum firmó un contrato “enormemente importante” según se declaró para la exploración de yacimientos de gas.

En diciembre de 2007, Gaddafi realizó dos visitas a Francia y firmó contratos de equipamientos militares y civiles por valor de 10 000 millones de euros; y a España, donde se entrevistó con el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Contratos millonarios se suscribieron con importantes países de la OTAN.

¿Qué es lo que ahora ha originado la retirada precipitada de las embajadas de Estados Unidos y los demás miembros de la OTAN?

Todo resulta sumamente extraño.

George W. Bush, el padre de la estúpida guerra antiterrorista, declaró el 20 de septiembre de 2001 a los cadetes de West Point “Nuestra seguridad requerirá [...] la fuerza militar que ustedes dirigirán, una fuerza que debe estar lista para atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del mundo. Y nuestra seguridad requerirá que estemos listos para el ataque preventivo cuando sea necesario defender nuestra libertad y [...] nuestra vidas.”

“Debemos descubrir células terroristas en 60 países o más [...] Junto a nuestros amigos y aliados, debemos oponernos a la proliferación y afrontar a los regímenes que patrocinan el terrorismo, según requiera cada caso.”

¿Qué pensará Obama de ese discurso?

¿Qué sanciones impondrá el Consejo de Seguridad a los que mataron más de un millón de civiles en Irak y a los que todos los días asesinan hombres mujeres y niños en Afganistán, donde en días recientes la población enardecida se lanzó a las calles a protestar contra la matanza de niños inocentes?

Un despacho de la AFP procedente de Kabul, fechado hoy 9 de marzo, rebela que: “El año pasado fue el más letal para los civiles en nueve años de guerra entre los talibanes y las fuerzas internacionales en Afganistán, con casi 2.800 muertos, un 15% mas que en 2009, indicó el miércoles un informe de la ONU, que subraya el costo humano del conflicto para la población.”

“…la insurrección de los talibanes se intensificó y ganó terreno en estos últimos años, con acciones de guerrilla más allá de sus bastiones tradicionales del sur y del este.”

“Con 2 777 exactamente, el número de civiles muertos en 2010 aumentó en 15% con respecto a 2009, indica el informe anual conjunto de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán…”

“El presidente Barack Obama expresó el 3 de marzo su “profundo pesar” al pueblo afgano por los nueve niños muertos, y también lo hicieron el general estadounidense David Petraeus, comandante en jefe de la ISAF, y el secretario de Defensa, Robert Gates.”

“…el reporte de la UNAMA destaca que el número de civiles muertos en 2010 es cuatro veces superior a los soldados de las fuerzas internacionales caídos en combate en ese mismo año.

“El año 2010 ha sido, de lejos, el año más mortífero para los soldados extranjeros en nueve años de guerra, con 711 muertos, confirmando que la guerrilla de los talibanes se intensificó pese al envío de 30.000 soldados estadounidenses de refuerzo el año pasado.”

Durante 10 días, en Ginebra y en Naciones Unidas, se pronunciaron más de 150 discursos sobre violaciones de los derechos humanos que fueron repetidos millones de veces por televisión, radio, Internet y la prensa escrita.

El Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, en su intervención del pasado 1º de marzo de 2011 ante los Ministros de Relaciones Exteriores reunidos en Ginebra, expresó:

“La conciencia humana rechaza la muerte de personas inocentes en cualquier circunstancia y lugar. Cuba comparte plenamente la preocupación mundial por las pérdidas de vidas de civiles en Libia y desea que su pueblo alcance una solución pacífica y soberana a la guerra civil que allí ocurre, sin ninguna injerencia extranjera, y que garantice la integridad de esa nación.”

Algunos de los párrafos finales de su intervención fueron lapidarios:

“Si el derecho humano esencial es el derecho a la vida, ¿estará listo el Consejo para suspender la membresía de los Estados que desaten una guerra?”

“¿Suspenderá a los Estados que financien y suministren ayuda militar empleada por el Estado receptor en violaciones masivas, flagrantes y sistemáticas de los derechos humanos y en ataques contra la población civil, como las que ocurren en Palestina?

“¿Aplicará esa medida contra países poderosos que realicen ejecuciones extrajudiciales en territorio de otros Estados con empleo de alta tecnología, como municiones inteligentes y aviones no tripulados?

“¿Qué ocurrirá con Estados que acepten en sus territorios cárceles ilegales secretas, faciliten el tránsito de vuelos secretos con personas secuestradas o participen de actos de tortura?”

Compartimos plenamente la valiente posición del líder bolivariano Hugo Chávez y el ALBA.

Estamos contra la guerra interna en Libia, a favor de la paz inmediata y el respeto pleno a la vida y los derechos de todos los ciudadanos, sin intervención extranjera, que solo serviría a la prolongación del conflicto y los intereses de la OTAN.





Fidel Castro Ruz
Marzo 9 de 2011
9 y 35 p.m.