jueves, 2 de mayo de 2013

IIRSA: ¿Plan de infraestructura o saqueo organizado?, por Mauro Restifo

El proyecto IIRSA data de más de una década y está destinado a realizar alrededor de 500 proyectos y mega proyectos en los rubros transporte, energía y comunicaciones. Doce países, diez grandes ejes geo-económicos y alrededor de 80 mil millones de dólares. La matriz extractiva será ampliamente financiada por los mismos interesados en bajar los costos de la extracción de las materias primas. 




La alianza de Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) es una apuesta, hija de la globalización, para estructurar la región de acuerdo a un plan. Esta iniciativa avalada en el 2000 por los doce Estados nucleados en la UNASUR es la segunda parte del Consenso de Washington de 1989. Es que dicho plan de “reforma estructural” bregó por reformular una estructura productiva que antecedió a las dictaduras latinoamericanas. La incipiente industrialización en algunos sectores de la región y el mercadointernismo regional sufrieron el primer ataque planificado a escala mundial y a largo plazo con el golpe a Allende a manos de Pinochet. 

No es antojadiza la relación entre el Consenso de Washington y el IIRSA. La expresión “reforma estructural” hace referencia a crear una estructura que desvíe los recursos de los sectores productivos de bienes no transables a los transables, es decir, los exportables. Según esta doctrina, la potencialidad de nuestra zona es la explotación de los recursos naturales exclusivamente. Esta transformación, por desgracia, fue exitosa. 

La creación de una estructura productiva precaria coincidió con una precarización extrema de los pueblos que habitan la región. Una vez concretada la desgraciada transformación, el siguiente paso será profundizar la extracción y bajar los costos. Y como ya ocurrió en la primera etapa, los costos de las reformas estructurales correrán por cuenta y cargo de los propios países supuestamente beneficiados.

La alianza IIRSA fue motorizada por los mismos actores de la película llamada ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), hoy caída en desgracia. El ALCA no era ni más ni menos que una reducción arancelaria, un acuerdo para la penetración económica y el saqueo a precios viles propulsada por los Estados Unidos. Sin embargo, el derrumbe de dicho acuerdo no frenó el proyecto IIRSA, el cual se sigue impulsando poco a poco como una serie de obras, muchas veces presentadas en forma inconexa, que mejoran tal o cual cosa. 

Siempre esas supuestas mejoras se emparentan con alguna vía de transporte de cargas, con la producción de energía orientada a una red interconectada que termina indefectiblemente en Brasil, o a la lisa y llana extracción de minerales. Pero con la caída del ALCA, este saqueo se quedó sin saqueadores. Por lo tanto, “muerto el rey, que viva el rey”. Como se denominó en ediciones anteriores, estamos en presencia del ALCA chino. 

Brasil, Dilma y la herencia de Cardoso

DECLARACIÓN DE LOS PRESIDENTES: “Queremos destacar, en primer lugar, esta importante iniciativa del presidente Fernando Henrique Cardoso de reunir a los Jefes de Estado de los doce países que conformamos el continente en un foro para discutir sobre el futuro de América del Sur. Esta idea, sólo concebida bajo una perspectiva de largo plazo, nos plantea un gran desafío; la definición de estrategias y acciones concretas y operativas para resolver las necesidades más apremiantes que hoy en día nos aquejan.” (http://www.iirsa.org/).


La herencia de Fernando Henrique Cardoso, principal impulsor del proyecto, representa lo que se ha dado en llamar una “política de Estado”. Muchas veces se escucha hablar de políticas de Estado, de la necesidad de las mismas, sin hacer referencia a los objetivos. En este caso, la aplicación de una política de Estado a escala sudamericana empalma con las políticas de Estado de los miembros del BRIC (Brasil, Rusia, India y China). 

La consecución de los planes acordados por Menem, De la Rúa, Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner es el espejo de lo que sucede en cada uno de los países de la región. Sin embargo, es Brasil el país que corre con una doble suerte. Es el nexo del BRIC en América Latina, pero no deja de ser un país latinoamericano. Por eso, si bien es el más industrializado de América del Sur, también es el que más ha reprimarizado su producción en los últimos diez años. 

En este contexto cobra especial relevancia la intención de Dilma Rousseff de revitalizar y acelerar el proyecto IIRSA. Es que sabe que sostener la opción de seguir reprimarizando su economía por más tiempo pondría a Brasil en una situación cada vez menos agraciada frente a sus compañeros de fórmula asiáticos. La opción del vecino país de seguir siendo la fábrica de América Latina no es en realidad una opción, sino una condición necesaria para sostener su liderazgo. 

Para eso debe replicar el modelo productivo chino, a menor escala, en nuestra región. Por tal motivo es el principal interesado en precipitar las obras que le permitan obtener recursos energéticos, petroleros y minerales. Todos emprendimientos destinados a alimentar las necesidades de las empresas brasileras. Por su parte, China espera los avances de la faraónica obra para reducir los costos de los fletes y los derechos (peajes) que están obligados a afrontar los cargamentos que van y vienen al país oriental a través del Canal de Panamá, controlado por Estados Unidos.

Los financiadores del IIRSA

Los distintos organismos de financiamiento que constituyen el soporte del proyecto IIRSA, según su página oficial, se pueden dividir en privados, públicos y mixtos. La participación mayoritaria en el financiamiento por parte del sector público implica, sin ser tan evidente, el apoyo de los organismos multilaterales de crédito.

Los financiadores podrían dividirse en dos grupos. Por un lado, el más relegado en cuanto a influencia está conformado por la Unión Europea, con una situación interna complicada que no le permite desparramar inversiones por el mundo. Por otro, el CAF y el FONPLATA, con un gran interés en estas obras, pero con un volumen crediticio considerablemente pequeño en comparación con los demás.

En el grupo principal integrado por el BID y el BNDES se evidencia la fuerza directriz del proyecto. Un BID tradicionalmente ligado a los Estados Unidos y hoy socio del superbanco chino EXIMBANK (Export-Import Bank).Y un BNDES que siempre ha impulsado la industria brasilera pero que en el Brasil de hoy tiene otro rol, el de permitir el abastecimiento de una nueva industria a lo BRIC. Una industria que fagocita todos los recursos y que, de ser posible, lo hace al menor precio. Por lo tanto, el BRIC actúa dirigiendo el proceso latinoamericano hacia un voraz extractivismo que satisfaga sus necesidades al menor costo. Ya sea a través de su cara visible en América Latina (Brasil) o de su nuevo testaferro (BID), el proceso estará direccionado por estos intereses. El otrora plan yanqui volvió con rasgos orientales y con más fuerza. 

COSIPLAN (Consejo Suramericano de Infraestructura y Planificación de la UNASUR)

La UNASUR ha creado este consejo para monitorear la concreción de las obras, poniendo mayor énfasis en algunas (poco más de 30) de las más de 500 que preveía el IIRSA (cabe aclarar que muchas ya fueron concluidas). Aunque aseguran desde los gobiernos latinoamericanos que el antiguo proyecto impulsado por Estados Unidos no tiene nada que ver con el espíritu del COSIPLAN, la intención de promover las actividades extractivas sigue siendo el corazón del proyecto. 

La promoción de la actividad interna de la región que suscita Brasil se entiende sólo si se considera a Brasil por fuera del resto de los países de la región. Brasil está integrado a otro proceso que es el de las potencias emergentes. Ubicado en esa lucha, se debate entre la economía de sus vecinos y la del gigante asiático. ¿Qué modelo seguir? ¿Saqueado o saqueador? 

El último bajón de la economía brasileña ha sido asumido como tal pero confían en que la rápida revitalización de estos proyectos no permita que Brasil se baje del tren del BRIC, ni más ni menos que el eje del plan