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viernes, 26 de agosto de 2011

INFORME ESPECIAL: ¿Que pasa en Libia?


Modesto Guerrero, analista político y periodista, explica qué significa “la caída de Khadafi”, quiénes son realmente “los rebeldes”, y cuál es el rol de la OTAN en este conflicto.


También define cuál es “el pueblo” que lucha en las calles contra Khadafi.


La “conspiración” de la OTAN contra la revolución libia

Las cuestiones cruciales son: ¿por qué lleva a cabo la OTAN en Libia una campaña aérea de perfil bajo no sólo en comparación con el componente aéreo de la guerra por apoderarse de un Irak más o menos igual de rico en petróleo, sino también con la que lanzó sobre un Kosovo que económicamente no tiene ningún interés? Y ¿por qué la Alianza se abstiene al mismo tiempo de suministrar a los insurgentes el armamento que han reclamado con insistencia y con firmeza? A primera vista aparecen dos extrañas paradojas en este asunto. Por Gilbert Achcar.







En un editorial publicado en el Wall Street Journal (19/07/2011), Max Boot -autor e historiador militar neoconservador, conocido por su apoyo al “fomento de la democracia” a punta de pistola y ardiente defensor de la plena implicación militar de EE UU en Libia- se refirió a un artículo aparecido en elFinancial Times (15/06/2011) que comparaba la actual campaña de bombardeos aéreos sobre Libia con la guerra aérea sobre Kosovo en 1999 para subrayar “la falta de potencia de fuego en la operación libia”. Boot comenta, abundando en la misma comparación con detalles adicionales:
“La guerra anterior apenas llegó a ‘Apocalypse Now’: estaba estrictamente delimitada por derecho propio. Sin embargo, al cabo de 78 días en Kosovo, los aliados de la OTAN habían aportado 1.100 aviones y realizado 38.004 misiones. Por el contrario, en Libia la OTAN sólo ha enviado 250 aviones y efectuado 11.107 incursiones. No es extraño, entonces, que al cabo de 78 días Slobodan Milosevic decidiera entregar Kosovo, mientras que después de 124 días, por ahora, Gadafi sigue aferrado al poder.”

Las paradojas libias de la OTAN

En la operación “Tormenta del Desierto”, lanzada por la coalición encabezada por EE UU contra Irak en 1991, no se necesitaron más que once días para igualar el número antes indicado de incursiones aéreas realizadas en Libia en 78 días. El número total de misiones alcanzó en 43 días de “Tormenta del Desierto” un promedio de 2.555 diarias. Tras la devastación provocada por esa “tormenta” y las ulteriores campañas de bombardeos a lo largo de los doce años de embargo entre 1991 y 2003, durante las primeras cuatro semanas de la llamada operación “Libertad iraquí” se efectuaron 41.850 misiones, de las que 15.825 fueron incursiones de ataque, con un promedio de 565 diarias. Andrew Gilligan ha podido escribir por tanto en The Spectator (4/06/2011) sobre el caso libio:
“Pese a todas las invocaciones rituales de unos supuestos ataques ‘intensificados’ y de los ‘bombardeos más fuertes hasta la fecha’, los bombardeos son y han sido siempre relativamente débiles. A lo largo de toda la operación, el número de misiones de ataque de la OTAN -de las que sólo una parte dan lugar a un ataque aéreo efectivo- no asciende en promedio más que a 57 por día, menos de la mitad que en la operación muy similar de la Alianza en Kosovo, y una mera fracción de lo que hicieron EE UU y el Reino Unido en Irak.”

Añadamos a esto que hace falta ejercer mucha más presión para forzar a un dictador a abandonar el poder que a renunciar a una parte de su territorio. Desde que las posibilidades de Gadafi de recuperar el control sobre Bengasi son casi nulas, de hecho podría renunciar de buena gana a la ciudad rebelde y con ella a toda la región al este de Aydabiya en un intento de salvar el trono del “rey de reyes de África”, por el que ha estado comprando lealtades generosamente desde 2008. Esto explica por qué empeñó tantos efectivos militares y tanta violencia en el intento de conquistar Misrata, la ciudad clave en manos de los rebeldes en el oeste de Libia que le impidió partir en la práctica el país en dos. Y esto explica también por qué los insurgentes han insistido obstinadamente en conservar Misrata a pesar de los violentísimos ataques que tuvieron que soportar y de que tenían la posibilidad de ser evacuados por mar junto con los demás habitantes de la ciudad, al igual que los miles de inmigrantes y heridos que pudieron salir de la ciudad por esa vía.

Las tempranas acusaciones propagandísticas de que los insurgentes estaban llevando a cabo un plan de segregación del país han quedado claramente desmentidas por su incansable combate por la liberación de la totalidad del territorio libio de las garras de la dictadura de Gadafi. Y lo hacen a pesar del elevado coste que han de pagar debido a la gran desproporción existente entre sus fuerzas terrestres y las del régimen, con sus vehículos blindados, piezas de artillería, misiles y soldados instruidos, un desequilibrio que la intervención de la OTAN sólo compensa en parte. Corresponsales militares presentes en varios frentes del territorio libio destacan tanto la escasez de armamento e instrucción como el carácter no profesional y caótico de las fuerzas insurgentes y la increíble entrega de un gran número de civiles convertidos en combatientes por la liberación de su país. Esta entrega explica la firme determinación de los rebeldes de seguir luchando a pesar de estas graves carencias, enfrentándose a las fuerzas bien equipadas e instruidas y generosamente pagadas por el régimen de Gadafi.

Las cuestiones cruciales son, por tanto: ¿por qué lleva a cabo la OTAN en Libia una campaña aérea de perfil bajo no sólo en comparación con el componente aéreo de la guerra por apoderarse de un Irak más o menos igual de rico en petróleo, sino también con la que lanzó sobre un Kosovo que económicamente no tiene ningún interés? Y ¿por qué la Alianza se abstiene al mismo tiempo de suministrar a los insurgentes el armamento que han reclamado con insistencia y con firmeza? A primera vista aparecen dos extrañas paradojas en este asunto.

La primera paradoja es que, tanto en Irak como en Afganistán, las fuerzas encabezadas por EE UU insistían en la “nacionalización” del conflicto (en la línea de la “vietnamización” que precedió a la retirada estadounidense en 1973). En Libia, donde las fuerzas locales imploran a la OTAN que les entregue las armas que precisan y aseguran que con suficiente armamento podrían acabar de liberar su país muy pronto, la OTAN se niega a armarles. La limitada entrega de armas por parte de Francia en el frente occidental no altera sustancialmente la situación. Esto sucede a pesar de que, contrariamente a los afganos, los insurgentes están dispuestos y potencialmente en condiciones de pagar por las armas que reciban. Como todo el mundo sabe, los mercaderes de muerte occidentales no tienen por costumbre hacer caso omiso de tan enjundiosas oportunidades de negocio. Todos ellos compitieron con tanto celo por vender armas a Gadafi en los últimos años que consiguieron cerrar contratos con él por valor de casi mil millones de dólares entre finales de 2004, cuando sus gobiernos levantaron el embargo sobre Libia, y finales de 2009. Entre esas armas se incluyeron bombas de racimo, vendidas por una empresa española, que Gadafi no dudó en emplear contra su propio pueblo.

El corolario lógico de la negativa de la OTAN a armar a los insurgentes habría sido el lanzamiento de una campaña de ataques aéreos muy intensa a fin de compensar la debilidad sobre el terreno de quienes dice apoyar. Sin embargo, y ésta es la segunda paradoja, la campaña aérea de la OTAN en Libia no es nada en comparación con la de Kosovo, por no hablar de otras operaciones aéreas dirigidas por EE UU en tiempos recientes. Este hecho molesta mucho a la insurgencia libia, como han informado corresponsales occidentales desde los primeros días de la intervención aérea de la OTAN. Así, C.J. Chivers señaló el 24 de julio en el blog “At War” del New York Times, que la frustración de los rebeldes era cada vez mayor: “Una de las cosas que se perciben una y otra vez al informar de los combatientes de la oposición en Libia es la diferenciación entre lo que dicen los luchadores de a pie sobre la campaña de bombardeos de la OTAN y las declaraciones de los portavoces del Consejo Nacional de Transición [CNT], la autoridad rebelde de facto. Oficialmente, la dirección insurgente agradece efusivamente la labor de los pilotos que vuelan por allí arriba. Las figuras políticas del CNT se explayan en declaraciones edulcoradas de pleno apoyo y gratitud por el trabajo de la OTAN, a cuyos dirigentes se cuidan mucho de no contrariar.” “Quienes están más cerca de la primera línea de combate o viven en zonas más expuestas, sin embargo, tienen una opinión más matizada. Ellos también agradecen la intervención temprana de la OTAN en la guerra, cuando impidieron mediante incursiones aéreas que las fuerzas del coronel Muamar el Gadafi arrollaran a los rebeldes y aplastaran el levantamiento en Bengasi. Pero también expresan un profundo y a veces agónico desencanto por el ritmo y la selección de objetivos del apoyo aéreo y hablan a menudo de lo que consideran medias tintas e incompetencia de la OTAN.”

¿Podría ser que la OTAN, que ninguneó alegremente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) al lanzar su guerra aérea contra el régimen serbio de Milosevic en 1999, se ha convertido de pronto en fiel defensora del Derecho en los asuntos internacionales? Difícilmente. ¿Sucede entonces que la OTAN se siente obligada a ajustarse a la letra de la Resolución n.º 1973 del CSNU que autorizó la campaña aérea sobre Libia? Habría que estar loco para creerlo. La campaña de la OTAN ha violado tanto el espíritu como la letra de dicha Resolución, yendo bastante más allá de “todas las medidas necesarias... para proteger a los civiles y las áreas pobladas bajo amenaza de ataques.”Una gran proporción de incursiones aéreas se llevaron a cabo sobre Trípoli y otros territorios controlados por el régimen, agravando de este modo el riesgo y el alcance de los “daños colaterales” que la OTAN inflige a los civiles que dice proteger. Está claro que la “estricta aplicación del embargo de armas”que estipula la resolución del CSNU no es lo que impide a las potencias de la OTAN armar a los rebeldes. Si esas potencias se hubieran propuesto suministrar cantidades significativas de armamento a los insurgentes, ni los vetos de Moscú y Pekín habrían impedido a EE UU y sus aliados hacer lo que quisieran, como ya hicieron en los Balcanes en 1999 y de nuevo en Irak en 2003. Del mismo modo, si la OTAN no interviene sobre el terreno, no se debe al cumplimiento de la exclusión que hace la resolución del CSNU de toda“fuerza de ocupación extranjera de cualquier tipo en cualquier parte del territorio libio.” Se debe principalmente a que los propios rebeldes rechazaron de forma muy clara cualquier intervención terrestre. Un cartel en la Plaza Tahrir de Bengasi, cuya foto se puede ver en el blog de la periodista palestina Dima Jatib, declara taxativamente: “No a la intervención extranjera en nuestro suelo. Sí al armamento de los rebeldes.”

Mutua desconfianza

La desconfianza, sin duda, es mutua. La actitud práctica de las potencias occidentales hacia los rebeldes libios contrasta visiblemente con su actitud ante el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) antes y durante la guerra de 1999, o su actitud hacia la Alianza del Norte antes y durante los bombardeos sobre Afganistán que comenzaron en octubre de 2001. Obsérvese la permanente insistencia islamófoba por parte de los medios de comunicación occidentales en el papel de los “islamistas” en la revuelta Libia como pretexto para no suministrarles armas y compárese esta actitud con su complacencia ante la presencia de grupos similares entre las fuerzas kosovares, por no abundar en el hecho de que la Alianza del Norte afgana (cuyo nombre real es Frente Islámico Unido para la Salvación de Afganistán) está compuesta mayoritariamente por grupos que mantienen rasgos fundamentalistas, que son un poco menos extremistas que los de los propios talibán. Los medios occidentales denuncian hipócritamente a los fundamentalistas islámicos cuando son antioccidentales y se mantienen muy circunspectos ante el Estado más fundamentalista que hay en la Tierra y principal patrocinador a escala mundial de los sectores más reaccionarios del fundamentalismo islámico, a saber, el reino de Arabia Saudí.

Los medios occidentales nunca se preocuparon por la heterogeneidad de las fuerzas afganas agrupadas en la Alianza del Norte, a la que entregaron el poder en Afganistán. Eso a pesar de que en 1992 -después de derrotar al régimen de Nayibulá, aupado por Moscú hasta que la Unión Soviética se retiró del país al final del año anterior- los mismos componentes de la Alianza del Norte habían convertido el país en un caótico campo de batalla mediante una auténtica guerra hobbesiana de “todos contra todos”. El “Estado islámico de Afganistán” resultó ser tal desastre que los talibán vencieron en 1996 con relativa facilidad. Por supuesto, nada de esto retuvo a Washington cuando decidió derribar a los talibán mediante la acción conjunta de las tropas de la Alianza del Norte y su propia fuerza aérea, con un promedio de 85 misiones de ataque al día durante 76 días desde el comienzo de las operaciones en octubre hasta el 23 de diciembre de 2001 (es decir, un 50 % más que el promedio de misiones realizadas en Libia).

El carácter paradójico de la intervención occidental en Libia ha sido destacado por varios observadores, que a su juicio la explican por el deseo de asegurarse el control sobre la Libia de después de Gadafi. Muchos simpatizantes de la insurrección libia -algunos de los cuales, entre los que me cuento yo, han manifestado su comprensión por el hecho de que Bengasi pidiera “al diablo” que le ayudara a parar una masacre anunciada- advirtieron a los rebeldes desde el primer día de que no presentaran en aquella ocasión a ese “diablo” como un “ángel” y no alimentaran ilusiones respecto a los motivos reales de las potencias occidentales. Estas sospechas tempranas se vieron confirmadas poco después por la evolución de la situación en Libia, hasta el punto de que actualmente cunde la convicción, en círculos árabes antioccidentales, de que la OTAN está prolongando deliberadamente la guerra y con ella la existencia del régimen de Gadafi. Esta idea fue expresada claramente por Munir Shafiq, antiguo dirigente de una corriente maoísta de Al Fatah en la época de Yasir Arafat y coordinador general del Congreso Islámico-Nacionalista (agrupación de varios partidos y personalidades, incluidas la Hermandad Musulmana, Hamás e Hisbolá), en una columna publicada en Aljazeera.net (4 de julio, en árabe):
“Nadie puede entender por qué los aviones de la OTAN se centran en bombardear posiciones en Trípoli que prácticamente son señuelos, mientras permiten que Misrata y otras ciudades sean bombardeadas desde baterías de misiles, piezas de artillería y vehículos militares. Incluso permiten que columnas de las fuerzas de Gadafi se desplacen a la vista de todos sin atacarlas. ¿Dónde queda la protección de civiles y dónde la ayuda al pueblo a derribar a Gadafi?” “La postura de EE UU y la OTAN es una conspiración flagrante contra la revolución popular en Libia y un intento de mantener a las fuerzas de Gadafi en actividad hasta que consigan controlar al CNT y tal vez también a algunos líderes sobre el terreno. Solo entonces derribarán a Gadafi, mientras conspiran contra el pueblo, la revolución y el futuro de Libia.”

Esta firme sospecha refleja un sentimiento expresado en las mismas filas rebeldes libias, como ilustra la declaración de uno de sus líderes locales al diario beirutí Al-Ajbar (2 de junio): “Según Abu Bakr al Faryani, portavoz del consejo local del municipio de Sirte, que se adhiere al CNT opositor, la propia OTAN avanza lentamente en sus operaciones militares contra las brigadas de Gadafi a fin de mantenerle durante más tiempo en el poder e incrementar de este modo el precio que podrán obligar a la oposición a pagar a las potencias mundiales y las grandes empresas que están detrás.”

Los planes de la OTAN para Libia

No se trata de figuraciones fantasmagóricas, de cierta propensión en Oriente Próximo a la teoría de la conspiración. Esas manifestaciones se corresponden con la situación real sobre el terreno, como el cambio de localización de los ataques de la OTAN en Libia que analizó Tom Dale en la edición digital de The Guardian (4 de julio). Y sobre todo se corresponden con una “conspiración” demasiado real de las potencias de la OTAN con respecto al futuro de Libia. El plan fue revelado por Andrew Mitchell, secretario de Desarrollo Internacional del Reino Unido el pasado 28 de junio: un “documento de estabilización” de 50 páginas elaborado por un “equipo de respuesta de estabilización” internacional dirigido por el Reino Unido (y que incluye a Turquía) dibuja un escenario post-Gadafi desde el supuesto de que el “rey de reyes” dimitirá o será derribado. Esto se debe a que a pesar de los repetidos intentos occidentales de convencer al CNT de que pacte con el propio Gadafi, como se ha filtrado regularmente a la prensa en los últimos meses, el CNT ha dejado claro que el derrocamiento de Gadafi y sus hijos es innegociable para la rebelión libia. Incluso la perspectiva de ofrecer a Gadafi un retiro confortable en Libia, planteada tímida y tentativamente por el CNT bajo presión occidental, se abandonó de inmediato debido al revuelo que causó en las filas rebeldes.

Un protagonista clave de los intentos occidentales de pactar con el círculo íntimo de Gadafi es su hijo, Saif al Islam, el hombre que se compró un título de doctorado (sobre sociedad civil y democratización) de la London School of Economics y se hizo visitar y aconsejar por Richard Perle, Anthony Giddens, Francis Fukuyama, Bernard Lewis, Benjamin Barber y Joseph Nye, entre otros, a fin de “mejorar la imagen de Libia y de Muamar el Gadafi”. Saif explicó al diario argelino Al Jabar (11 de julio, en árabe) que el gobierno francés, a pesar de su posición oficial sobre Libia, estaba negociando con Trípoli:
“Ahora estamos negociando con París, tenemos contactos con Francia. Los franceses nos han dicho que el CNT les obedece; incluso nos han dicho que si llegaban a un acuerdo con nosotros en Trípoli, impondrían un alto el fuego al Consejo. [...] Digo que si Francia quiere vender aviones ‘Rafale’, si quiere cerrar contratos en relación con el petróleo, si quiere que vuelvan sus empresas, ha de hablar con el gobierno libio legítimo y con el pueblo libio a través de canales pacíficos y oficiales.”

El “rey de reyes”, por su parte, no se muestra dispuesto a ceder. El 23 de julio reiteró su dura crítica a los pueblos tunecino y egipcio por haber derrocado a sus dictadores. En cualquier caso, el plan de la OTAN preconizado por el Reino Unido se basa en la hipótesis de un “alto el fuego entre el régimen y los rebeldes”, lo que implica que los aparatos y barones del régimen se mantendrán en su lugar. El principal interés que trasluce dicho plan de la OTAN es el deseo de evitar una repetición de la catastrófica gestión llevada a cabo por EE UU de la situación en Irak después de la invasión. Allí, el gobierno de Bush tuvo que elegir entre cooptar el grueso del apartado de Estado baasista o desmantelarlo por completo. Se inclinó por esta última opción, defendida por Ahmed Chalabi y los “neocon” con su descabellado plan de establecer en Irak un Estado minimalista dependiente de EE UU. Así, la nueva “hoja de ruta” libia se inspira en el escenario amparado por la CIA que en su momento se descartó en Irak. Como explicó Mitchell, se basa en “la recomendación de que Libia no siga el ejemplo iraquí de disolver el ejército, que algunos altos funcionarios consideran un error estratégico que dio alas a la insurgencia y favoreció la delicada y volátil situación tras el derrocamiento de Sadam Husein.”

Esta misma preocupación fue transmitida al CNT por el ministro británico de Asuntos Exteriores, William Hague, el día después de visitar Bengasi el pasado 5 de junio. “No a la ‘desbaasificación’, de modo que sin duda (los rebeldes) están aprendiendo de aquello”, declaró Hague. “Ahora tienen que hacerlo saber más efectivamente a fin de convencer a miembros del régimen de que esto es algo que podría funcionar.” El mismo interés determina la actitud de las potencias occidentales ante el levantamiento revolucionario en Siria. Su influencia en Libia, sin embargo, es mucho mayor. La descripción que hizo Mitchell de la “gran aportación” de las potencias de la OTAN y sus aliados a la gestión de la Libia post-Gadafi -a falta de “botas sobre el terreno”- es tan ridícula que cabe preguntarse si no la hizo de broma:
“La UE, la OTAN y las Naciones Unidas se encargarían de las cuestiones de seguridad y justicia; Australia, Turquía y las Naciones Unidas ayudarían en el suministro de servicios básicos; Turquía, los EE UU y las instituciones financieras internacionales dirigirían la economía. Sin embargo -añadió Mitchell- es sumamente importante que el conjunto de este proceso esté en manos de los libios. Lo que se ha hecho es para servir al pueblo libio.”

Este plan A no carece de un plan B, lo que revela la desconfianza de las potencias occidentales en la probabilidad de una “transición ordenada” tras la caída de Gadafi (para retomar la expresión que repitió como un mantra el gobierno de Obama en relación con Egipto). Hablando del plan defendido por el Reino Unido, el Wall Street Journal reveló (el 29 de junio) que funcionarios de la ONU estaban elaborando “planes de contingencia”, que incluían “el despliegue de una fuerza armada multinacional” que “probablemente estaría formada por tropas de países de la región como Turquía, Jordania y tal vez países miembros de la Unión Africana.” Uno de los defensores de dicho despliegue es, como cabía esperar, uno de los dirigentes occidentales más hostil a los rebeldes libios, el general Carter Ham, actual comandante del Mando África de EE UU (AFRICOM). Comparte esta postura con los militares argelinos, a los que visitó a comienzos de junio, advirtiéndoles del riesgo de que las armas que circulan en Libia puedan caer en manos de Al Qaeda. (Otro factor de la actitud hostil de Argelia es probablemente la perspectiva de emancipación de los bereberes en el oeste de Libia.)

El CNT libio se apresuró a obedecer las instrucciones de la OTAN y presentó su propia versión de la hoja de ruta, evidentemente redactada con vistas a satisfacer la obsesión occidental por el “ejemplo iraquí.” Una copia de este plan libio, plasmado en 70 páginas, llegó a manos del Times londinense, que publicó un resumen el 8 de agosto pasado. Contiene cifras detalladas que suenan tan poco plausibles que no cabe más que sospechar que sus autores estaban tratando de contentar a los señores de la OTAN: “Sostiene que 800 agentes de seguridad que están al servicio del gobierno de Gadafi han sido ganados clandestinamente para la causa rebelde y están dispuestos a formar la ‘espina dorsal’ de un nuevo aparato de seguridad... En el documento se afirma que los grupos rebeldes en Trípoli y las zonas adyacentes cuentan con 8.660 seguidores, entre ellos 3.255 miembros del ejército de Gadafi. Se considera muy probable una deserción masiva de oficiales de alto rango, de los que se afirma que un 70 % no apoyan al régimen más que por puro miedo.”

Disensión en las filas de la oposición

El comentario del Times muestra escepticismo sobre la hipótesis del CNT con respecto a la cooptación de sectores del régimen: “Esto seguramente no sólo resultará arriesgado, sino también controvertido, pues muchos combatientes rebeldes están resueltos a eliminar todos los vestigios del régimen.” Como había señalado el Wall Street Journal en su información sobre la hoja de ruta defendida por el Reino Unido: “Muchas brigadas rebeldes se han convertido en milicias, algunas de las cuales se niegan a obedecer las órdenes o a colaborar con aquellos que ocupaban cargos militares o de seguridad en el régimen del coronel Gadafi y posteriormente cambiaron de bando para unirse a la rebelión que estalló en febrero. Algunos líderes rebeldes influyentes han llamado a purgar a los leales al régimen de las futuras fuerzas de seguridad y a dar prioridad a quienes hayan luchado contra Gadafi.”

La firme decisión de los rebeldes de purgar a quienes hubieran optado por defender a Gadafi contra la insurrección es, de hecho, la clave para entender el comportamiento paradójico de la OTAN que se ha descrito más arriba. Las potencias de la OTAN no quieren que los rebeldes liberen Trípoli con sus propios medios, como declaró sin rodeos el Economist de Londres (16 de junio): “Los gobiernos occidentales tienen la esperanza de que los rebeldes no conquisten Trípoli al cabo de un lento avance desde el este, con el riesgo que ello implicaría de que dieran su merecido a los leales a Gadafi que se encontraran por el camino. Prefieren que el régimen implosione desde dentro y que el pueblo de Trípoli se alce para deponer al coronel, una eventualidad que en círculos gubernamentales occidentales se considera cercana.”

Tom Dale ha comentado esta preferencia de la OTAN por una “implosión desde dentro”: “¿Por qué iban a preferir las potencias occidentales un golpe por parte del círculo íntimo de Gadafi a la victoria del ejército rebelde? El golpe palaciego comportaría un acuerdo negociado entre los elementos del antiguo régimen que todavía sostienen a Gadafi y la dirección rebelde, que a su vez también abarca a muchas antiguas personalidades del régimen. Los gobiernos occidentales quieren estabilidad e influencia, y para ellos las figuras del antiguo régimen, sin contar a la familia Gadafi, son la mejor garantía en este sentido.”

Conviene matizar esta última afirmación. Tomemos el ejemplo del general de división Abdul Fatah Yunis, una de las figuras clave del régimen de Gadafi que se pasó al bando rebelde pocos días después de que comenzara la revuelta. Jefe militar de la rebelión libia hasta que fue asesinado recientemente, había criticado abiertamente la acción de la OTAN y mantenía una relación muy conflictiva con el hombre de la CIA, el coronel Jalifa Haftar (a veces su apellido se escribe Hifter), quien después de vivir en el exilio durante casi un cuarto de siglo, sobre todo en EEUU y cobrando de la CIA, volvió a Libia y fue nombrado por el CNT para un alto cargo militar bajo la presión de Washington. Este hombre era detestado por muchos miembros de la oposición libia, como explicó el periodista Shashank Bengali en Real News Network (14 de abril):“Aquí hay cierta preocupación por el hecho de que la larga estancia de Hifter en EE UU y sus supuestos lazos con la CIA y otros altos cargos de EE UU hacen de él una figura controvertida entre los libios, que sienten realmente que este levantamiento tiene carácter autóctono. Desean recibir apoyo exterior en forma de armas y reconocimiento del gobierno de oposición libio y no desean que la rebelión pase a estar controlada por alguna fuerza extranjera como la CIA.”

La hostilidad entre Yunis y Haftar ha llevado a algunos a sospechar que el asesinato del primero ha sido organizado por CIA a fin de allanar el camino al segundo. Sin embargo, Yunis no ha sido sustituido por Haftar, sino por otro desertor temprano del régimen de Gadafi, el general Suleiman Mahmud, comandante de la provincia oriental afincado en Tobruk hasta su deserción. De hecho, las condiciones no parecen favorables a los hombres que mantienen los lazos más fuertes con el extranjero, como indican ciertos comentarios publicados en el New York Times sobre la disolución del gabinete provisional por parte del CNT en la víspera del asesinato de Yunis:
“La remodelación también parecía responder a un esfuerzo por parte de ciertos grupos de interés dentro del movimiento rebelde, incluidos dirigentes autóctonos que ayudaron a impulsar la revuelta, por afirmar su poder marginando a dirigentes que habían vuelto de exilio y ocupaban cargos clave. Durante meses había habido quejas de que miembros del gabinete eran desconocidos para la mayoría de los libios, pues habían pasado casi todo el tiempo en el extranjero, sobre todo en Qatar, el país que se ha convertido en el defensor más entusiasta de los rebeldes. [...] Un portavoz rebelde ha dicho que van a exigir a [Mahmud] Jibril [el economista neoliberal nombrado por el CNT para dirigir su gabinete, después de haber dirigido las reformas neoliberales del régimen de Gadafi desde 2007 hasta el levantamiento], a quien apenas han visto en Bengasi, que pase más tiempo en Libia.”

Una explicaciónplausibledelasesinato de Abdul Fatah Yunis es la que dio su colaborador Mohamed Agury, quien atribuyó el atentado a miembros de la Brigada de los Mártires del 17 de Febrero. (Según otra fuente, los autores del crimen forman parte de un grupo islámico que se autodenomina Brigada Abu Ubaidah Ibn al Jarrah.) El testimonio de Agury da idea de la compleja y heterogénea composición de las fuerzas rebeldes: “La Brigada de los Mártires del 17 de Febrero es un grupo formado por centenares de civiles que tomaron lar armas para unirse a la revuelta. Sus combatientes participan en las batallas de primera línea contra las fuerzas de Gadafi, pero también actúan como una fuerza de seguridad interna semioficial de la oposición. Algunos de sus dirigentes provienen del Grupo de Combate Islámico de Libia, un grupo radical islámico que ya lanzó una campaña violenta contra el régimen de Gadafi en la década de 1990. [...] No se fían de ninguno que haya estado en el régimen de Gadafi, querían venganza,” dijo Agury.

Otro acontecimiento revelador que muestra la heterogeneidad de las filas de la oposición fue la “Conferencia para el Diálogo Nacional” celebrada en Bengasi el 28 de julio. Asistieron 350 participantes, entre ellos miembros de la citada Brigada de los Mártires del 17 de febrero y exmiembros de la rama libia de la Hermandad Musulmana, mientras que la Hermandad misma negó cualquier relación con la conferencia. Los asistentes insistieron en la unidad de Libia, su carácter islámico y la necesidad de un diálogo nacional amplio, mientras Al Amin Belhaj, miembro del CNT, declaró que a pesar de que Gadafi y sus hijos no podían permanecer en el poder, sí podían quedarse en Libia bajo protección oficial. Por lo visto, algunos de los participantes tenían contactos con Saif al Islam Gadafi, un dato que encaja bien con las recientes declaraciones de éste al New York Times: “He liberado [a islamistas libios] de la cárcel, les conozco personalmente, son mis amigos”, dijo, aunque añadió que la liberación fue “un error” debido a su papel en la revuelta.

Fuera del hotel en que se celebraba la conferencia hubo una manifestación. El reportaje de Aljazeera.net muestra a un hombre joven que sostiene un cartel que dice, en nombre de la Juventud de la Revolución del 17 de Febrero: “La Conferencia Nacional sólo se representa a sí misma”. Los manifestantes expresaron su rechazo de cualquier diálogo con Saif al Islam y sus colaboradores. Acusaban a los organizadores de la conferencia de utilizar milicias para tomar el poder antes de que se completara la liberación de Libia. Naima Dyibril, abogada y miembro del “Comité de apoyo a la participación de las mujeres en la toma de decisiones”, de Bengasi, se quejó en la página web por la exclusión de las mujeres de la conferencia. Otros detalles del plan del CNT, según el Wall Street Journal (12 de agosto), muestran un reconocimiento tranquilizador de la complejidad de la situación libia y la voluntad de abordarla de una manera democrática: “El plan reconoce que la dirección en Bengasi todavía carece del apoyo oficial de las regiones que todavía se hallan bajo control del coronel Gadafi, abriendo un proceso para cubrir 25 puestos vacantes que deberán representar a esas zonas en un órgano que cuenta con 65 escaños. Según el plan, los miembros actuales del Consejo no podrán presentarse a las dos primeras convocatorias de elecciones nacionales, ni aceptar cargos políticos en los gobiernos que salgan de ellas. [...] De acuerdo con el documento, un Consejo Nacional de Transición ampliado -en el que haya representantes de las zonas bajo control de Gadafi- gobernará durante ocho meses a partir de la caída de Gadafi, periodo en el que se celebrarían elecciones para una comisión constitucional y un congreso nacional transitorio de 200 miembros. La representación de cada distrito se concretaría en función del censo de población de 2010. El congreso ejercería el poder durante un periodo transitorio de menos de un año, durante el cual se sometería a votación en referéndum nacional un nuevo proyecto de constitución y sería elegido el nuevo gobierno permanente de Libia de conformidad con lo estipulado en dicha constitución.”

Es de esperar que la realidad se ajuste a las previsiones del plan, pero hay muchos factores que se oponen a la aplicación del mismo, dada la compleja maraña de fuerzas tribales, étnicas y políticas que constituyen la sociedad libia, que apenas está saliendo de más de cuatro décadas de uno de los regímenes dictatoriales más desquiciados de la historia moderna. La constitución provisional basada en el plan arriba descrito ya es objeto de contestación en Bengasi, y se acusa al CNT de estar actuando a puerta cerrada. La diferencia fundamental entre el revuelo político en Libia y la situación en Egipto es que en el primer país la oposición y el régimen están separados territorialmente, y que la familia gobernante ha sido derribada en El Cairo, pero todavía no en Trípoli.

Al igual que en Egipto, la batalla política se libra entre diversos grupos de la oposición, algunos de los cuales, especialmente entre las fuerzas islámicas, están dispuestos a contemporizar con instituciones del régimen, mientras que otros, sobre todo entre la juventud, rechazan esta perspectiva y aspiran a una transformación radical de su país. Otra diferencia importante es la ausencia en Libia del papel del movimiento obrero, que es muy importante en el proceso egipcio. (Aunque Kamal Abu Aita, el presidente de la nueva Federación Egipcia de Sindicatos Independientes, me ha informado de que recientemente se ha creado una federación sindical similar en Bengasi.) La situación en Libia -como en Túnez y Egipto y todos los demás países de Oriente Medio en que se desarrolla el actual proceso revolucionario- se halla al comienzo de un periodo prolongado de evolución tumultuosa. Este es el destino habitual de los levantamientos revolucionarios. Las potencias occidentales tendrán muchas dificultades para controlar el proceso. Carecen de tropas sobre el terreno, aunque tampoco eso les serviría de mucho, vista su incapacidad para controlar la situación en países donde sí han desplegado fuerzas armadas, como Irak y Afganistán. El proceso de liberación y autodeterminación de los pueblos es intrincado y puede atravesar fases inquietantes, pero sin este proceso y la disposición a pagar el coste que conlleva, que puede llegar a ser muy importante, el mundo entero seguiría viviendo bajo regímenes absolutistas.


-  Publicado en Jadaliyya http://www.jadaliyya.com/
-  Traducción: VIENTO SUR a partir de la versión en inglés del autor.
-  Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=4276


miércoles, 13 de abril de 2011

China disputa territorio africano

En un momento en que la situación en países de Oriente como Libia, Túnez y Egipto, parecen haberse destapado como una olla a presión, se pierde de vista la disputa por los territorios de estos países por parte de las corporaciones multinacionales, muchas de ellas productoras de alimentos en el mundo.

Gabriel Puricelli, coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas y experto en política internacional, reflexiona acerca del papel del gobierno chino en las disputas por territorios, en su mayoría del continente africano.

GABRIEL PURICELLI

miércoles, 30 de marzo de 2011

La ONU en su peor crisis de identidad desde la guerra de Corea



Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)


La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que permite la intervención de una fuerza militar internacional para resolver el conflicto interno en Libia es el centro del problema. Tiene reminiscencias de Corea 62 años atrás, cuando no hubo debate y se lanzó una guerra que además de varios millones de muertos, dejó al mundo más dividido.

Es probable que se convierta en la peor resolución en la historia de la ONU, desde aquella que autoriza una guerra contra China y Corea del Norte en 1950. Esto por las implicancias del precedente que se establece, independiente de la diferencia en la coyuntura histórica mundial.
El Secretario General de la ONU de la época, Trygve Lie, el 27 de junio de 1950, “Urge a los miembros de la ONU formar una alianza militar para recuperar Seúl en poder de las fuerzas invasoras del ejército de Corea del Norte”. Esta había hecho la incursión como medida preventiva de un ataque inminente de la otra Corea. El objetivo último occidental era naturalmente China. En febrero del mismo año, China y la URSS firmaban un pacto de asistencia mutua en contra de cualquier agresión de Estados Unidos y Japón convertido en aliado.

La implicancia final de aquella desastrosa resolución, fue la creación de dos estados militares y la pérdida de influencia de la Alianza Transatlántica en casi toda Asia, excepto Japón.

El panorama hoy en el mundo árabe e islámico del medio oriente y el norte de África es en apariencia muy diferente, sin la URSS y con otra China. La zona y los tiempos son marcadamente diferentes. Sin embargo un actor de aquella conflagración autorizada por la ONU es el mismo: la Alianza Transatlántica que fracasó en la guerra de Corea (1950-1952). Ahora se encuentra en una jugada riesgosa, estimulando revueltas para derrocar gobiernos, y aspirando a conquistar para su zona de influencia al medio oriente y el norte de África, y por qué no, también a los países del Asia Central, ubicados en los bordes de Rusia y China.

La resolución abrió la compuerta para apoyar a fuerzas rebeldes para el derrocamiento de un gobierno, sentando un precedente insólito que podría revertir en futuras demandas y más aún, podría alimentar futuras desestabilizaciones en cualquier estado.

Claramente nos encontramos frente al producto de la demagogia de una generación de líderes dominantes bañados por el neoconservadurismo predominante, en caracteres como Sarkozy, Cameron, y hasta cierto punto Merkel, Medvedev y Hu Jintao. Ese rasgo neoconservador consiste en no debatir y actuar. Se hizo patente en la invasión a Irak y que ha generado discrepancia al interior de la Alianza.

Se refleja en el discurso de Barack Obama de ayer sobre Libia. Mientras más explicaba el por qué de la intervención internacional y del tipo de acción de las fuerzas de Estados Unidos, más se le complicaba la narración. Como que reconociera la doble cara de la intervención. Por una parte los altos costos de una dudosa acción humanitaria mezclada con inmensa belicosidad. Por otra, la gran duda del impacto de una guerra desigual entre una gran fuerza multinacional y un caudillo acorralado. Esta vez no son las montañas remotas y recónditas de Afganistán, ni las planicies sinuosas y desérticas de Irak. Es Libia frente al mediterráneo a pocas horas del corazón del mundo occidental.

Este discurso sobre Libia estaba dirigido más a la audiencia interna de Estados Unidos y de los aliados que bombardean a un pequeño ejército, que al mundo árabe. Las explicaciones de Obama contrastan con el arrojo hasta irresponsable de Cameron y Sarkozy, demostrando que no ha habido debate oportuno y serio y que las decisiones clave estaban tomadas, así sucedió con Irak 2003.

China y Rusia, dos países con poder de veto en el Consejo al abstenerse aprueban el plan de derrocar el gobierno en Libia y los actuales reclamos tanto de ellos como de India y Brasil son tibios y llegan tarde. El debate debió ocurrir hasta agotar las posibilidades de negociación y evitar la situación actual de una zona de exclusión aérea como pantalla para hacer entrar fuerzas de infantería en apoyo a los rebeldes y así dar el golpe definitivo al gobierno.
El pecado original es de la ONU. Con todo, al final del análisis, la comunidad internacional en su sentido amplio ha permanecido inerte frente a una situación muy grave porque la ONU con la OTAN han inaugurado en Libia la doctrina del derrocamiento de gobiernos en la carta de Naciones Unidas.

Es más grave que lo de Irak 2003. Todo lo que suceda a partir de esta resolución, y que están significando una multiplicación de las víctimas en la población civil es responsabilidad de la ONU. Sucedió en la guerra de Corea, donde también hubo serias discrepancias en la alianza occidental y al final perdió la mayor parte del Asia como zona de influencia.

La Alianza Occidental con su proyecto de democratizar a la occidental esta región que posee una cultura significativamente diferente, tiene la guerra por la supremacía global ganada y domina políticamente la zona. Lo que sí no puede controlar es la identidad cultural diferente de esos pueblos. Es aquí donde la ambición occidental se lanza a un precipicio porque los principios de identidad cultural en cada una de las localidades que se pretende influir son irrenunciables.

martes, 29 de marzo de 2011

El objetivo político-militar de USA en Libia (El trasfondo de una geopolítica avasalladora)

Abel Samir (especial para ARGENPRESS.info)

La intervención de la coalición de países encabezada por USA en los asuntos de Libia ha despertado muchas especulaciones desde diferentes ángulos políticos: desde la izquierda tradicional hasta la derecha facistoide; desde análisis economicistas hasta análisis con un fuerte contenido ideológico; desde posiciones francamente de tinte reformista hasta posiciones revolucionarias; y otras más incluyendo las religiosas.

 
 
Para entrar en un análisis del acontecer de hoy en Libia pienso que es necesario referirse primero al rol cumplido por todos los gobiernos árabes del norte de África y del Oriente Medio con respecto a la geopolítica de USA en esa zona y a nivel mundial.

Como todos sabemos y nadie lo pone en duda, USA se erigió ya desde el término de la Primera Guerra Mundial como el Estado dominante a nivel planetario. Hoy no hay duda que USA es la potencia dominante seguida de la Federación Rusa y la República Popular China. Y el dominio se manifiesta fundamentalmente en el terreno militar, apoyado claro está, en la economía y en los acuerdos políticos y militares con otras potencias menores que le permiten aglutinar a su alrededor fuerzas mayores y con eso un cierto equilibrio con las otras potencias que impida una guerra entre USA y esas potencias. Es el caso de la OTAN, que aunque con ciertas diferencias internas, es un pilar importante en el sistema de dominación norteamericano. Por esa razón, USA no se interesa en que la UE tenga su propio sistema militar independiente de la OTAN, ya que a su interior, hasta aquí, ha tenido el rol dominante. Un sistema militar de la UE dejaría a la OTAN como una coalición obsoleta. La OTAN nació en la época de la existencia de la URSS, como una alternativa al Pacto de Varsovia, pero después de la caída del campo “socialista” en Europa y Rusia, siguió existiendo y se fortificó aun más con la integración de países que habían sido parte del Pacto de Varsovia y que se allegaron a la OTAN para mantener su independencia, que desde tiempos inmemoriales fue invalidada por los rusos, y no sólo en el tiempo de Stalin, sino también mucho antes, durante los zares del Imperio Ruso.

En esta situación mundial de la época actual, el dominio geopolítico de USA se ha ido afirmando a través de la aceptación por parte de los gobiernos árabes, fuesen monarquías o gobiernos “republicanos”, aliados o simplemente “amigos”, lo que le ha permitido tener una fuerte influencia a la hora de las toma de decisiones políticas a todo nivel, sobre todo, en la ONU. Muchos de estos gobiernos fueron comprados con fuertes “ayudas” económicas, como es el caso de Egipto. Eso le permitió a USA que el Egipto de Mubarak se mantuviese “neutral” frente al acoso político y militar de Israel a los palestinos, en especial a los de Gaza. También y no menos importante, USA pudo ejercer cierto derecho al control del tránsito de los barcos por el canal de Suez. Como todos sabemos, durante Mubarak, los barcos iraníes no podían transitar por el canal, cuestión que fue derogada por los actuales gobernantes y que permitió por primera vez, romper esa regla establecida por varias décadas, a dos buques de guerra iraníes navegar hasta Siria, sin tener que navegar rodeando el sur del continente africano.

El dominio militar de USA en esa zona se hace por medio de bases militares y navales que le permite a USA intimidar a cualquier país que se oponga a su geopolítica. De hecho, el único gobierno árabe no dominado y fuera de la influencia de USA ha sido, desde la última guerra árabe-israelí, el gobierno sirio, que aparte de sus propias doctrinas e intereses geopolíticos está fuertemente influenciado por Irán, hoy en la mira de de las armas norteamericanas y de Israel. De hecho, el avance tecnológico y el desarrollo industrial de países no controlados o no “amigos” de USA son potencialmente enemigos. Y ese es el caso de Irán. Un país que posee un gran desarrollo industrial gracias a sus propios científicos que provienen de las numerosas y calificadas universidades iraníes (238 universidades, institutos de enseñanza superior y politécnicos), además que su economía posee una fuerte influencia del Estado, sistema que se opone al actual impulsado por los capitalistas a nivel mundial.

Entramos entonces a tratar el problema de las sublevaciones de los pueblos árabes y su influencia en el terreno geopolítico. Hasta que no reventó el volcán que se escondía bajo la superficie de las sociedades árabes, a USA le importó muy poco el problema de las libertades personales, la falta de democracia y el fuerte atentado a los derechos humanos que existen en estos países árabes, sus aliados: por lo contrario, en ellos existieron cárceles secretas que sirvieron para que la CIA trasladase prisioneros acusados de terrorismo o de pertenecer a organizaciones afines a Al-Kaeda. Incluso la CIA estaba participando en Libia bajo el auspicio de Gadafi que combatía a los islamistas. Allí se les torturaba (o probablemente todavía se hace) sin que nadie pudiese saber del paradero o de las vidas de las personas tomadas prisioneras en los países en guerra o simplemente personas raptadas en Europa, cuando viajaban por razones personales, con la complicidad de los servicios secretos de esos países. Ni menos del conocimiento de las ONG como Amnistía Internacional que pudiesen intervenir. Todas las declaraciones que los gobiernos de USA hacen sobre la defensa de los derechos humanos se estrellan contra esta lamentable realidad y demuestra el cinismo y la hipocresía de todos sus gobiernos, sin excepción, pero sobre todo, desde el gobierno del padre de Bush, pasando por Clinton hasta ahora. Claro está que, en la ruptura con las normas más elementales de los derechos humanos, se distinguió George W. Bush que debería enfrentar a un tribunal internacional por sus crímenes de lesa humanidad y que hasta ahora permanecen impunes, aunque existen tribunales internacionales que han metido presos a otros individuos por crímenes cometidos en otras guerras del siglo XXI en Europa. Los que creían que Obama, el actual mandatario norteamericano, iba a ser diferente, se equivocaron de plano. No sólo no ha terminado las guerras, sino que ha empezado otra y además todo lo que prometió sobre el abuso con los prisioneros en Guantánamo lo dejó de lado, aun más, ha reiniciado los procesos políticos de tribunales militares contra los prisioneros de guerra que están encerrados allí. El escritor de origen pakistaní Tariq Alí comparó a Obama con el presidente Woodrow Wilson, que “no dejaba de hablar de la paz, la democracia y la autodeterminación mientras sus ejércitos invadían México, ocupaban Haití y atacaban Rusia”. Este escritor opina que la política exterior de Obama apenas ha cambiado frente a la de Bush. Tiene sí, Obama, una retórica diferente, pero en la acción no hay mucha diferencia. En Egipto, Obama discurseó en el año 2009 en la Universidad de El Cairo y allí se expresó a favor de la democracia, cuando en ese momento estaba en el poder el sátrapa Mubarak, que de todo tenía, menos de demócrata. Un régimen corrompido hasta la médula de los huesos que se mantuvo en el poder por 30 años, gracias al apoyo político y económico de USA (calculado este último en unos 5.000 millones de dólares anuales).

Para USA, lo más importante en su política con los gobiernos árabes fue que se aliasen con el imperio norteamericano y no era vital que esos gobiernos fuesen o no democráticos, tampoco que en ellos se cometiesen toda clase de abusos contra la población civil. Claro está, que el servicio de inteligencia norteamericano estaba preocupado de lo que en el futuro pudiese ocurrir, aunque no esperaban que el volcán estallase tan temprano y por algo que podía aparecer como de poca importancia, como la inmolación de un joven en Túnez. Por esa razón y para quedar bien con las ONG, Obama ha estado manifestando su deseo de que se respete los derechos humanos y se establezca la democracia al estilo de los países occidentales, es decir, que unos pocos millonarios (no tanto, pero apoyados económicamente por empresas privadas y millonarios) se presentan de candidatos presidenciales y el pueblo elige entre ellos, a quienes han de gobernarlos y defender fundamentalmente los intereses de los ricos de su país.

Todo este esquema estaba muy bien hasta que no estalló la primera revuelta de la juventud árabe en Túnez. Un país que no se había destacado por ser el más revolucionario ni combativo. Los norteamericanos no creían que ese país fuese afectado por las protestas de miles de jóvenes hartos de sufrir un sistema podrido en todas sus esferas y que no les daba la satisfacción necesaria en un mundo de grandes progresos tecnológicos y modernidad, en donde las libertades personales son hoy por hoy cada vez más importantes para los jóvenes.

El problema que se le planteó a la inteligencia norteamericana y por supuesto a las organizaciones de inteligencia de todos esos sátrapas árabes fue que no se sabía con seguridad de quién o quiénes estaban detrás de las protestas. Muchos izquierdistas en todo el mundo le echaban la culpa a USA y a sus aliados europeos. Otros, dentro de los mismos afectados como Gadafi, le echaban la culpa Al-Kaeda y a los movimientos islamistas. Pero, como el movimiento de protestas se ha generalizado a todos los países árabes sin excepción, el problema se multiplica y adquiere las formas de una revuelta general, y para los norteamericanos se le presentó el problema de cómo detener estos movimientos sin que los pueblos árabes se vuelquen en contra no sólo de sus amos de turno, sino también, del amo de sus amos. Hasta aquí USA se ha desprestigiado por su accionar en Irak y Afganistán, además de su apoyo incuestionable a la ocupación israelita de las tierras de los palestinos. En todo caso, aunque la organización de Al-Kaeda u otros afines se encuentren participando detrás de las protestas y de los jóvenes rebeldes, no hay duda que la participación es más amplia y abarca incluso a los intelectuales, como profesores, técnicos, médicos y otros.

Los políticos norteamericanos, sobre todo la de los que se ubican dentro o simpatizan con el partido republicano, identifican al islam con el terrorismo. Para ellos todo musulmán es un terrorista en potencia. Por esa razón apoyaron a Mubarak que reprimió fuertemente a la Hermandad Musulmana. Una parte importante de ellos fueron encarcelados y en las elecciones se hizo todo lo posible para impedir que el pueblo los apoyase, y cuando esa política no daba resultado las elecciones se convirtieron en unos shows fraudulentos. ¿Cuán grande es la influencia de Al-Kaeda en la Hermandad? Hasta aquí eso está fuera del conocimiento público, pero lo más probable es que exista una cierta influencia. La organización Al-Kaeda sostuvo que la única forma de liquidar al enemigo cercano, es decir a los regímenes corrompidos de los países árabes, era por medio de la yijad, la guerra santa. El temor de los norteamericanos de la ultraderecha es que esta guerra santa no termine en los países puramente musulmanes, sino que se extienda después a Europa y al continente americano. De esta forma la sola referencia al islamismo provoca temor en los ciudadanos corrientes de USA. USA y los regímenes europeos prefirieron estos regímenes corruptos y dictatoriales como una forma de mantener el status quo y la estabilidad económica y política, que les permitía seguir invirtiendo en esos países sin grandes riesgos de que allí ocurriesen revoluciones socialistas. Cambios democráticos al estilo de Europa es lo que aspiraban, pero a falta de esos cambios, los regímenes autocráticos les pasaba como anillo al dedo. Lo mismo que ocurría en algunos países del Caribe a comienzos del el siglo XX, de los cuales Cuba es el mejor ejemplo.

Las protestas en todos los países árabes se organizan los días viernes, los días de oración del mundo musulmán. Al término de las oraciones, salen a la calle para protestar y enfrentar a las fuerzas represivas del Estado. Esos días han sido denominados “Los días de la Ira”. A pesar de que la gran mayoría de las protestas se hicieron o se hacen todavía en forma pacífica, la represión ha sido brutal en todos los países sin excepción alguna. Se les dispara a matar. Estos regímenes, llámense monarquías o repúblicas, constituyen de hecho dictaduras personalizadas, y en el caso de los presidentes, bajo la impostura de gobiernos personales, autocráticos y sin un verdadero respaldo popular. Además, son regímenes corruptos que han almacenado miles de millones de dólares en sus cuentas bancarias de Europa y en bancos del Caribe. Y no existe ninguna excepción a esta regla, ni siquiera Gadafi en Libia es una excepción.

En los cables filtrados por Wikileaks sobre la diplomacia estadounidense, se deja ver la sangría constante de dinero en la Compañía Nacional de Petróleo a manos del clan Gadafi. La sangría monetaria se extiende también a otros sectores como la construcción, la hostelería y las telecomunicaciones. Se puede leer en un artículo publicado en la prestigiosa página de internet de la Junta Islámica de España, Webislam, lo siguiente: No se sabe cuántos miles de millones de dólares han reunido, pero el mundo financiero y la gran prensa internacional estiman que la familia Kadafi es una de las más ricas del planeta. Un clan de parientes, en cuyo centro se encuentran los ocho hijos del líder libio. Forman el primer círculo de poder, el más íntimo, que según el que fue jefe de la misión diplomática norteamericana en Trípoli hasta noviembre último, Gene Cretz, es “una dinastía familiar decadente, ávida de dinero”. Uno de los hijos de Gadafi (Mutasin) ha gastado fortunas en sus fiestas privadas contratando a celebridades como Beyoncé y Mariah Carey. Ambas percibieron nada menos que 1 millón de dólares cada una por actuar en la fiesta privada en la isla de San Bartolomé, en el Caribe. Mutasin, es hijo de Gadafi y consejero de seguridad del régimen. Según el periódico inglés “The Guardian”, el Estado Libio (del cual es Gadafi el único que lo dirige y controla) a través de su organización Autoridad Libia de Inversiones ha invertido algo así como 70.000 millones de euros en el extranjero, inversiones en varias empresas italianas de carácter estratégico. Según este periódico la familia Kadafi tiene escondidos miles de millones de dólares en cuentas secretas en los bancos de Dubai, del sudeste asiático y del Golfo Pérsico. Se podría alegar que se trata de inversiones estatales, pero, ¿cómo explicarse entonces la enorme mansión en Marbella, España o la otra mansión recientemente comprada a uno de sus hijos en Londres, que costó nada menos que 20 millones de dólares? ¿Y los tres jet particulares? ¡Además de dos hoteles de lujo y de dos plantas embotelladoras de agua en Italia (Antrodoco y Fiuggi) en poder de la familia de Gadafi! Según muchos informes de prensa, que parecen ser ciertos, Gadafi tiene en su poder algo así como 4.600 millones de dólares en oro, lo que le permite mantener su guerra contra los rebeldes pagando grandes sumas de dinero a los mercenarios que ha contratado en diferentes países africanos. Esto último se puede comprobar por la cantidad de prisioneros de origen en países africanos que han caído en mano de los rebeldes en los diferentes combates en las localidades de Brega, Bengasi y otros lugares. Si realmente Gadafi contaba con el apoyo mayoritario de su pueblo, ¿qué razón habría para contratar mercenarios? Sobre todo que los rebeldes no cuentan con suficiente armamento ni municiones, además que carecen de organización y disciplina que disminuye con eso su eficacia en el combate. Así como están las cosas en Libia y aunque la OTAN participe con su aviación para impedir el vuelo de los aviones de Gadafi, los rebeldes tienen muy pocas posibilidades de triunfar. El accionar de los rebeldes, militarmente hablando, no habría existido si Gadafi no hubiese reprimido indiscriminadamente las manifestaciones con su ejército y usando armas de guerra. En otros tiempos Gadafi contaba con el apoyo mayoritario de su pueblo y tomó muchas medidas políticas y sociales favorables a ellos, pero todo eso cambió y se aferró al poder transformándose en un sátrapa cualquiera. Y no deja de serlo aunque el comandante Chávez lo llame su “amigo”. No por eso Gadafi deja de ser lo que es actualmente. Tanto es así que si no hubiese reprimido a los manifestantes en forma criminal, no se encontraría en la situación en que está ahora. Era más que aceptado por los gobiernos de Europa y de América en general. Como son aceptados los grandes inversionistas de cualquier país. Muchos se preguntan hoy la razón por la que se encuentra atacado por los aviones y barcos de países de la OTAN.

Esta pregunta que nos hacemos todos debe ser cuidadosamente respondida. Desde que Gadafi tuvo un vuelco en 180 grados hacia los países en donde reina el capitalismo, incluyendo desde luego a USA que aparecía como su enemigo, Gadafi era uno más entre los gobernantes de origen árabe que combatían a los comunistas y a los islamistas en sus territorios. Y aún más, Libia es el uno de los pocos países árabes en donde no existen partidos políticos; estos partidos no pudieron existir ya que aquellos individuos que intentaron hacerlo terminaron en la cárcel o fueron ejecutados, claro está que existe el partido oficial. Estas medidas de Gadafi fueron aceptadas sin renuencia por los gobernantes de la OTAN y también fuera de ella. Total, Gadafi era un freno a los comunistas y a todo lo que se parezca a Al-Kaeda. Y las medidas de carácter social que fueron tan importantes en su primera época ya no existían y así se estaba más a tono con el sistema capitalista neoliberal. Pero empezaron las sublevaciones en todos los países árabes. Los pueblos árabes, sobre todo su juventud se levanta para pedir la salida de todos esos sátrapas en los cuales se apoya el Imperio para aumentar su dominio mundial. Y ¿qué pasaría si estos rebeldes se toman el poder? ¿Seguirían apoyando a USA y a la OTAN? ¿Se transformarían en seguidores de Al-Kaeda? ¿O simplemente surgirían los islamistas que también están en contra de USA y de Israel?

Las alternativas o cursos de acción que les quedaba a los norteamericanos en toda la región eran los siguientes: Primero, que hubiese cambios muy controlados para que nada cambiase. Por eso los dictadores de Túnez y Egipto a instancias de USA se fueron y las FFAA los reemplazaron sin que nada importante cambiase de fondo. A Mubarak un grupo de generales norteamericanos le convencieron que dejase el poder y se fuese a disfrutar de sus miles de millones de dólares que tiene en distintos bancos del mundo. Se pensaba que con Gadafi iba a ocurrir lo mismo, pero Gadafi no quiso irse y además ya había habido demasiadas muertes por las represiones de sus fuerzas militares: había quemado las carabelas. El segundo curso de acción era despreciarlo y obligarlo a dimitir por las armas o a que dentro de sus fieles surgiesen los que lo derribasen y por esa razón aparecieron varios que lo acusaron de estos crímenes, crímenes que también han hecho otros, como el monarca de Arabia Saudita y el “presidente” de Yemen sin que se les acuse todavía de nada. Para USA el verdadero peligro no es Gadafi, sino lo que puede venir más adelante, porque los pueblos árabes han despertado y las revoluciones empiezan a mostrarse violentas y decididas. Las revoluciones no se pueden controlar así nomás y con seguridad que si triunfan los grandes perdedores serán USA y también Israel. En todo caso lo que venga a futuro es una gran incógnita y esa incógnita asusta a USA y sus aliados. En este curso de acción había que actuar militarmente, pero las posibilidades de que se obtenga un triunfo son pequeñas y aunque los rebeldes hoy sean aplastados, mañana serán más fuertes y más organizados. Ellos aprenderán de la historia.

Autor imagen: Carlos Latuff

La paz de los bombardeos

El atentado de la ONU y de los imperialismos que integran la OTAN contra la paz, la Carta de la ONU y la soberanía de Libia es una guerra contrarrevolucioria y debe ser condenada con toda energía. Por Guillermo Almeyra 



A Barack Obama le dieron el Premio Nobel de la Paz mientras conducía dos guerras y media (Irak, Afganistán, Cuba). Acaba de “ganárselo” de nuevo ordenando bombardear Libia sin permiso del Congreso y desde suelo brasileño, aunque Brasil se opone a esta aventura.

El pretexto -una “intervención humanitaria” para salvar vidas humanas- es de un cinismo atroz. Los bombardeos no salvan vidas sino que las siegan y por sí mismos ni imponen la paz ni hacen caer a ningún gobierno, porque para eso se necesita que el gobierno-blanco sea superado en tierra por una fuerza militar opositora.

O sea, que la operación “humanitaria” esconde en realidad la decisión de echar del poder a Kadafi con las tropas imperialistas, que vendrían detrás de los bombardeos... eso, si los diversos imperialismos se ponen de acuerdo.

El otro pretexto -la dictadura de Kadafi- es igualmente cínico. A Estados Unidos las dictaduras de Arabia Saudita, Yemen, Qatar, Bahrein, los Emiratos árabes le van muy bien, como les iban muy bien Mubarak y Ben Ali o Álvaro Uribe en Colombia.

Kadafi incluso era una pieza esencial de su dispositivo en el Mediterráneo y del reforzamiento de Israel, que bombardea diariamente a los palestinos.

El problema comenzó cuando la rebelión democrática árabe, que pone en cuestión la dominación imperialista en la zona, los acuerdos de Camp Davis y la estabilidad del mercado petrolero, abarcó también a Libia, donde Kadafi había quedado solo después de la caída de sus amigos Mubarak y Ben Ali.

Allí se presentó ante el imperialismo una disyuntiva: o bien el imprevisible Kadafi, hasta entonces su aliado fiel , se imponía mediante un baño de sangre y, para reconstruir su poder, a lo mejor desempolvaba su nacionalismo de hace un cuarto de siglo (y las dos cosas le eran políticamente insoportables) o, por el contrario, vencía una coalición heterogénea que incluye, junto a monárquicos xenófobos a nacionalistas antiimperialistas y que se apoya sobre un deseo ardiente de democracia y de libertad que choca con los agentes del imperialismo y ex ministros de Kadafi vendidos que también forman parte de esa coalición pero no la controlan.

La intervención militar organizada mal y a toda prisa por los diversos imperialismos que tienen intereses divergentes en Africa por consiguiente no estuvo tanto motivada por el deseo de apoderarse del petróleo libio.

Antes que nada porque ese petróleo ya lo tenían desde hace casi 40 años Total, Eni, la Shell y British Petroleum o Repsol porque Kadafi les había dado concesiones y mantenido sólo una empresa estatal (que era la caja chica de su familia) y, segundo, porque la intervención militar sólo se empezó a discutir ante la insurrección democrática y nacional de todo el mundo árabe y es, en realidad, un intento de pesar militarmente haciendo presión en el eslabón más débil de esa rebelión generalizada: o sea, sobre una sublevación que tiene una dirección inestable y heterogénea y está colocada en una relación de fuerzas militar desfavorable, lo cual le permitiría al imperialismo intervenir con menor costo político local.

El atentado de la ONU y de los imperialismos que integran la OTAN contra la paz, la Carta de la ONU y la soberanía de Libia es una guerra contrarrevolucioria y debe ser condenada con toda energía.

Francia ahora trata de destruir los aviones que Sarkozy le vendió el año pasado a Kadafi y Estados Unidos las armas que le dio porque Kadafi sostenía a Mubarak, que a su vez sostenía a Israel. La guerra no era ni la única ni la mejor opción. Había, por supuesto, otros modos de impedir que Kadafi matase en masa a los rebeldes libios.

Por empezar, impedirle vender petróleo (con el cual se hace más rico y se rearma) pero esa medida no la tomarán los imperialistas porque temen que aumente el precio del barril en plena crisis económica mundial agravada por el tsunami en Japón y por esa misma razón China y Rusia se abstuvieron en la ONU dando vía libre a los bombardeos que prefieren a las medidas políticas...

Ahora los rebeldes se oponen a una intervención de tropas extranjeras en Libia, pero los imperialistas sólo pueden lograr su objetivo mandándolas a combatir en el terreno porque los bombardeos son ineficaces.

El problema consiste en que los estadounidenses no pueden, políticamente, ocupar otro país más y sus aliados están divididos en cuanto quién se haría cargo de la operación y quién la dirigiría.

Eso da tiempo para actuar. Con los libios -todos ellos- el mundo debe rechazar esa intervención exigiendo una mediación de la Unión Africana y el ALBA, con tropas africanas neutrales de interposición entre ambas fuerzas para garantizar un cese el fuego que permita preparar la convocatoria de una Asamblea Constituyente donde el pueblo libio decida democráticamente cuál será su gobierno.

La condición previa, sin embargo, de esta pacificación debe ser el cese de los bombardeos criminales de Estados Unidos y sus cómplices, como Sarkozy que, para quitarle algunos votos a la extremaderecha en las elecciones francesas, mata árabes, o Berlusconi que bombardea “con pesar” a su socio en negocios, amigo y compañero de orgías para distraer de los procesos que le pueden costar el gobierno y llevarlo a la cárcel.

Si fuese posible, sería necesaria una Brigada Internacional de Paz formada por jóvenes árabes y latinoamericanos y europeos presente en el terreno como fuerza pacificadora para garantizar el cese el fuego.

¡Fuera el imperialismo de Libia!
¡El destino de Libia debe ser decidido por los libios y por el pueblo árabe!
¡Fuera los dictadores de Yemen, Bahrein, Qatar, Arabia Saudita, Libia!
¡Fuera la OTAN del Mediterráneo!

Guillermo Almeyra
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Reproducimos Solicitada:

Apoyar las luchas de las masas árabes Rechazar la intervención del imperialismo

Las rebeliones que se iniciaran en Argelia, que derribaran a los autócratas y déspotas que durante décadas oprimieron a los pueblos de Túnez y Egipto, que tienen réplicas en otros países del África y el Medio Oriente, siguen avanzando. Ahora se han instalado en Libia.

Los imperialismos norteamericano y europeo ven caer a sus personeros y ven como se debilita su presencia en la región.

Sin embargo Libia no es totalmente asimilable al resto de los países del norte africano, como tampoco lo es la dirección de la insurrección en curso. Esto provoca controversias al momento de definir una posición política.
Efectivamente existe un intento del imperialismo de expropiar la rebelión popular, pero esto no puede implicar mecánicamente el apoyo a Kedafi.

El imperialismo lo quiere sustituir por sus propios agentes y utilizar el repudio que existe contra el sanguinario dictador para crear un gobierno afin a los intereses de las grandes compañías petroleras.

Con este objetivo Estados Unidos puso en marcha un cerco diplomático (desde la ONU) y una amenaza de intervención militar (desde la OTAN), que no instrumentó en Túnez o Egipto y que ni se le ocurre aplicar a sus aliados, reyezuelos o títeres de Yemen, Barhein, Marruecos, Jordania, Oman o Arabia Saudita. Si no lo logra contemplará otras variantes como la secesión del país.

A pesar de estas amenazas no debemos olvidar quién es Kedafi. En sus orígenes no fue una marioneta dirigida a control remoto por el imperialismo y sí fue un aliado de los movimientos antiimperialistas en el mundo, también un declarado anticomunista.

Con la nacionalización de la renta petrolera desarrolló la economía y mejoró sustancialmente las condiciones de vida de su población en base a grandes subsidios y a la importación de alimentos.

Con el fin de la “Guerra fría” y el agotamiento de la política de enfrentamiento entre dos grandes bloques Kedafi dejó de ser importante en la región. Salvo porque Italia, Francia y España son los principales compradores de su petróleo que, privatizado, se disputan varias compañías imperialistas (Total, Shell, Eni, entre otras), o por las enormes inversiones que tiene en la Fiat de Italia, en constructoras de España, en la industria de armamentos en Inglaterra o en la banca europea.

Desde entonces su política en la región se tornó cada día más reaccionaria respaldando a dictadores como Ben Ali y Mubarak y se reconvirtió en una pieza más de la política de Israel y de Estados Unidos.

En paralelo y sobre todo desde 2003 inició un proceso de concesiones económicas (apertura y ajuste estructural de la economía, eliminación de subsidios, facilidades a las inversiones extranjeras y al capital financiero), que impactaron en las condiciones en que hoy viven y reproducen su existencia los trabajadores y sectores populares libios.

Esto duró lo que duraron sus bases de apoyo internacionales: Por un lado el debilitamiento de la hegemonía estadounidense y del Estado italiano, la recesión económica internacional, el aumento del precio de los alimentos. Por el otro las insurgencias democráticas en sus fronteras occidental y oriental rompieron los frágiles equilibrios kedafistas.

Esta fue la base del estallido. Que partió del eslabón más débil, la Cirenaica, y de las tribus nómades y se propagó a los trabajadores y las clases medias urbanas empobrecidas. En esa rebelión se mezclan agentes de EEUU, monárquicos, sectas fundamentalistas, nacionalistas nasseristas, burgueses que quieren su parte del botín del Estado, obreros del petróleo y la industria química, estudiantes universitarios que no tienen trabajo ni perspectiva, mujeres educadas por la alfabetización que Kedafi promovió, oficiales y soldados hartos del despotismo y la corrupción. El proceso es muy confuso y es evidente que hay sectores manipulados por los EEUU.

Kedafi llama a la unidad nacional contra los enemigos de afuera mientras promete una matanza a los enemigos de adentro. Pero también la intervención militar que preparan Estados Unidos y los gobiernos europeos ante la posibilidad de una guerra civil provocará más muertos y hambre desatando un proceso que puede encender la adormecida mecha del nacionalismo antiimperialista árabe.

Frente a esta perspectiva quienes no vemos el curso de la historia solamente como un enfrentamiento entre sectores “nacionales” y “proimperialistas”, sino desde una posición de independencia de clase y defensa de los intereses de explotados y oprimidos ante todos sus opresores y explotadores, nacionales o extranjeros, llamamos discutir lo que está sucediendo en Libia y en toda la región azotada y expoliada por regímenes despóticos y autoritarios.

Nos oponemos al saqueo del petróleo que se prepara. Alertamos contra las maniobras en curso para sustituir a un tirano por otro servidor de las grandes potencias. Convocamos a la auto-defensa de los trabajadores, a la reorganización de la economía sobre nuevas bases y a la resistencia contra todos los actos del imperialismo a las puertas de las revoluciones tunecina y egipcia.

Quiénes firmamos esta declaración defendemos la autodeterminación de los pueblos y estamos a su lado frente a todo tipo de intervención imperialista. Repudiamos la reciente declaración de las NU y llamamos a la más amplia solidaridad antiimperialista y antidictatorial con el pueblo libio y el conjunto de las masas árabes.
La Asamblea de los movimientos sociales reunida en el Foro Social Mundial en Dakar resolvió “...una jornada mundial de movilización en solidaridad con la revolución en el mundo árabe” para el próximo 20 de marzo (fecha elegida por ser el aniversario de la invasión a Irak en 2003). Unamos nuestros esfuerzos a esta jornada mundial

Buenos Aires, febrero 27 de 2011

Primeras firmas: Guillermo Almeyra, Claudio Katz, Agustín Santella, Mabel Bellucci, Cristina Martín, Guillermo Gigliani Modesto Guerrero, Aldo Casas, Luis Angió, Emilio Taddei, Clara Algranati, José Seoane, Hernán Ouviña, Susana Neuhaus, Hugo Calello, Alberto Bonnet, Miguel Mazzeo, Ariel Petrucelli, Eduardo Lucita.
Adhesiones recibidas: Martín Ogando, Elisa Rando, Carlos Aznarez, Ricardo Zambrano, Silvio Schachter, Gustavo Robles, Eduardo Faletty, Alejandro Andreassi, Fernando Moyano, Meriem Choukrom, Mario Hernandez, Nano del Valle, Daniela Vergara, Manuel Rodríguez, Tato Tabárez, Cristina Quenardello, Raúl Jauzat , Francisco Sobrino, Alberto Teszkiewicz, Marisabel Grau, Manuel Benza Pflücker , Eduardo Grüner, José Bustos, Miguel García, Mariana Bosio, Fernando Armas, Ernesto Nicolay, Pablo Ghigliani, Adrián Piva, Mariano Saravia, Carlos Antón, Facundo Bianchini, Maria Felisa Lemos

Enrique Gandolfo, Laura García, Eugenia Etchegurry (CTA Bahia Blanca-Cnel. Borrego) Roberto “Beto” Pianelli, Néstor Segovia, Jorge “Facha” Méndez (AGSyP)

Tilda Rabi - Presidenta Federación de Entidades Argentino Palestinas. Pablo Goodbar - AARSOPAL (Asociación Argentina de Solidaridad con Palestina)

Frente Popular Darío Santillán La Mella - Corriente estudiantil - UBA - Cátedra Abierta Americanista Frente Universitario de Luján, en el MULCS Mesa Coordinadora Barrial de Moreno, en el MULCS Bachillerato Popular “El Galpón” Moreno Beatriz Amor, Bachillerato Popular “Agustín Tosco” Militancia Comunista, en el MULCS. Bases Socialistas, en el MULCS Frente de Organizaciones en Lucha (FOL)

Juan Manuel Kart (La Mella / Juventud Rebelde) Itai Hagman - Presidente FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires),Martha Linares - Presidente CECSo (Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales - UBA), Laura Fraile - Presidenta CECEN (Centro de Estudiantes de Ciencias Exactas y Naturales - UBA), Pablo Vensentini - Presidente CEFyL (Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras - UBA),Ignacio Kostzer - Consejero Superior UBA, Leandro Altman - Consejero Superior UBA, Germán Feldman - Consejero Directivo Facultad de Ciencias Sociales UBA, Jazmín Rodriguez - Consejera Directiva Facultad de Ciencias Sociales UBA, Ignacio Visanni - Consejero Directivo Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA, Alicia Grande - Consejera Directiva Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA, Marcelo Luda - Consejero Directivo Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA.

Damián Fau - Presidente CEUGS (Centro de Estudiantes UNiv. Gral. Sarmiento)

Del Exterior: (Uruguay, Venezuela, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Panamá, España, Francia, otros no identificados)

Susana Khalil, Asociacion de Socorro al Pueblo Palestino, Canaán, Liliana Beli, Mauricio Castaldo, Fco. Rafael Trujano Hermoso, Alejandro Dehollain, Nancy Spasadin, Severo Salles, Marina Almeida, Luis B. Pericás, Román Murguía, Armando Ch. Noriega, Elena Alvares, Antonio Orozco Michel, Elvira Concheiro, Santiago Concheiro Carmona, Luciano Concheiro, Cristina Vera Victoria Álvarez,Camila Ruiz Segovia, Luna María Lozano, Fernanda Roldán, Emilia Jorajuria, Balam Rosas Reinhold, Olmo Mariano Ayala, Marcos Britos, Cristian Saúl Xicará, Lucas del Aguila, Gabriel F. López., Carlos Morera, Miguel Ruiz Acosta, Mauricio Macossay, Gustavo Monterrubio Alfa, Romilio G. Chamorro, Antonio Moscato, José Luis Hdez. Ayala, Fdo. Buen Abad Domínguez, Victor P. Martínez, Carlos M. Mateluna, Guadalupe VALENCIA, Celso X. L. Pazos, Horacio Cervantes Martínez, Soledad G. Baica, Martín Gonzales, Olga Vassori, Jorge J. Egurrola, Javier Bone, Reinaldo Barría, Francesc M. Sallas, Efraín Cruz Marín.

Adhesiones a:
eduardo.lucita@gmail.com