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jueves, 23 de junio de 2011

El Hospital y el Sheraton

Ignacio Pizzo (APE)
 
 

Treinta y tres años después de la asamblea de la Organización Mundial de la Salud que determinó, ambiciosamente, el objetivo de Salud para Todos en el año 2000, los niños siguen muriendo de desnutrición en Salta. Y en Misiones y en Formosa y en el conurbano. Hay más de mil millones de hambrientos en el mundo. En 1977 la OMS lanzó la proclama y en 1978, en Alma Ata, se definió como estrategia la Atención Primaria de la Salud (APS) para lograr el objetivo.

Ya a mediados del 2011 -poco más de una década después del fin del mundo- no existe una ciudad espacial habitada por extraterrestres en lujosas naves con forma de platos de acero inoxidable rodando por Callao. Sí existe -sigue existiendo- el lujoso Sheraton Hotel. La Salud para Todos no pasó de la proclama y sí está en vigencia el Fútbol para Todos. Lo que fue un objetivo, un sueño, no sólo no es real sino que se transforma en una pesadilla para aquellos que acuden de madrugada buscando atención médica a la guardia de algún hospital del conurbano bonaerense (por mencionar un aislado y acotado ejemplo). Y, en el mejor de los casos son tomados como objeto de estudio. Ya ni la ternura del conejillo de indias.

Aquel sueño era el “qué”. Contenía también el cuándo: en el 2000. Y el cómo: a través de la Atención Primaria. Sin embargo no se pudo prever que la Atención Primaria se transformaría en Atención Primitiva y que nuestros centros de “salud”, propagan la enfermedad de un estado que, particularmente en Argentina, dio lugar a que cada provincia, en forma casi azarosa, tenga autonomía para desarrollar su propio sistema de salud y por lo tanto libre albedrío.

Volviendo al sueño que fue firmado por ministros de Salud de todo el mundo (entre ellos el pediatra Teniente Coronel de Navío de la Argentina de aquel entonces), esta respetable organización (por muchos otros motivos), hoy parece no hablar acerca de por qué no se logró el objetivo. Contrariamente, estableció desde el 2006 nuevos indicadores para medir el peso y la talla de nuestros niños y niñas.

En 1993, dada la necesidad de la existencia de nuevos estándares, se encomendó a la OMS estudiar el tema y preparar referencias con niños criados según recomendaciones actuales de alimentación y salud determinadas por ese organismo. Consecuentemente, la Organización Mundial de la Salud, con la colaboración de la Universidad de las Naciones Unidas, cumplió con lo encomendado, realizó un estudio multicéntrico que incluyó a ciudades de los cuatro continentes: Pelotas (Brasil), San Francisco (EE.UU.), Oslo (Noruega), Accra (Ghana), Nueva Delhi (India) y Muscat (Omán).

Hay diferencias en los patrones de crecimiento, entre los nuevos y los nacionales, especialmente durante la primera infancia. Por ejemplo, en los parámetros para evaluar el crecimiento de niños entre 6 meses y 5 años, lo que en términos prácticos significa que niños que antes eran considerados bajos de peso, no lo serán más porque se amplió el rango. Muchos de los que antes estaban desnutridos, mágicamente dejarán de estarlo.

Existirá una disminución del 50 % de la prevalencia de niños de 6 meses a 5 años con desnutrición global, un aumento del 75 % de la prevalencia de niños de 6 meses a 5 años acortados y un aumento del 125 % de la prevalencia de obesidad.

Las tablas de la OMS (estándares) fueron confeccionadas a partir de una muestra altamente seleccionada de la población de seis países, con niños que crecen en óptimas condiciones de salud y atención, en un medio socioeconómico y condiciones ambientales altamente favorables. Estos estándares tienen un carácter prescriptivo, es decir, muestran que los niños deben crecer de esta manera. Las curvas de la OMS no muestran, estrictamente hablando, el crecimiento de niños alimentados a pecho solamente: muestran las curvas de niños altamente seleccionados, alimentados según recomendaciones de la OMS, de un nivel socioeconómico alto, que viven en condiciones medioambientales muy favorables, con madres no fumadoras y un control sanitario regular y periódico.

Sin incurrir en más datos técnicos creo que lo expuesto es suficiente para deducir que estamos muy lejos de cumplir las recomendaciones que “harían falta” para aplicar estos parámetros y, así sean un modelo a seguir, estas nuevas tablas no van a obligar a nuestros gobiernos a crear las condiciones necesarias para que nuestros niños adhieran a ese concepto de normalidad que pretende la OMS. Aunque sí, como se hizo alguna vez en Misiones, nuestros sanitarios gobernantes (en el peor sentido de la palabra) estarían dispuestos a ocultar datos, obligando al sector salud a tomar niños desnutridos como normales.

Lo cierto es que la desnutrición existe, mutila, desespera y deja marcas indelebles en las neuronas de nuestros pibes. Esas neuronas soportan ataques múltiples. Entre ellos el del paco, para completar su extinción. Las niñas desnutridas serán madres desnutridas y tendrán hijos desnutridos (aquí sí la medicina es una ciencia exacta).

Según el FMI y el Banco Mundial (socios de la OMS), la condiciones de extrema pobreza que creó la última crisis económica contribuirían a la muerte de 1.200.000 niños en todo el mundo -entonces el muerto que vos matáis goza de buena salud- y las grandes potencias tomaron urgentes medidas para salvar al capital financiero.

En Argentina el ajuste vino por el lado de la inflación, que limita el plan de “asistencia alimentaria de la niñez”, unido al hecho que además de no estar unido este plan al criterio de universalidad, de los cuatro millones de chicos que estaban afuera de todo tipo de apoyo social hay casi tres millones que no han podido ingresar por las formalidades que para hacerlo exige el gobierno.

Luego de este paréntesis, está de más decir que las tablas de la OMS son como los nuevos mandamientos y tienen como “Moisés” a nuestros presidentes, sólo que “la necesidad tiene cara de hereje”. Las caras son las de los chicos que son herejes por no cumplir con los criterios de normalidad que predice este organismo.

No obstante esta “herejía” de ser un niño criado en la Argentina hermanado con otros muchos países, no se puede explicar sólo por la existencia de un sistema de salud ineficiente. Ramón Carrillo manifestaba que “no hay política sanitaria si no hay política social”. La desnutrición (vale decir el hambre), el dengue, la gripe A, el Chagas, la tuberculosis, etc., exigen no sólo respuestas médicas, la falta de alimentos, de agua potable, las viviendas precarias, el hacinamiento, son causas de enfermedad. Y los microbios “… unas pobres causas” (otra vez el gran Carrillo).

La medicina social, una importante corriente latinoamericana, tiene viejas raíces. Rudolf Virchow, un destacado patólogo alemán en el que se corporizó el movimiento de medicina social europeo, fue uno de los primeros en analizar las causas sociales de la enfermedad y pensaba a la medicina como una ciencia social. Coherente con sus ideas, Virchow, participó con las armas en la revolución alemana de 1848. Seguidores suyos emigraron a América a principios del siglo XX y, por ejemplo, en Chile tuvieron influencia en una generación de estudiantes de medicina. Entre ellos Salvador Allende, quien luego sería presidente de ese país.

Nuestro desafío es seguir este camino de la Medicina social, ampliando nuestra visión, y apuntar a que el pueblo tome la salud en sus manos, más allá de que organizaciones sociales, trabajadores de salud comprometidos (muchas veces sometidos a condiciones inhumanas), organismos de salud bien intencionados pero limitados en su labor, están dando como pueden respuestas directas en el proceso salud -enfermedad. Sabemos que esto no alcanza y que hace falta inmiscuirse en un sueño concreto que resuene por las calles como aquel grito de aquella hermosa generación del 70 que pregonaba “el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel”.

Fuentes de datos:
Arch Argent Pediatr 2007; 105(2):159-166/ Revista PyT Nº88(101)/ago-oct 2009/ Page last edited Sun Dec 02 23:17:46 UTC 2007.

Ignacio Pizzo es médico en Casa de los Niños, Fundación Pelota de Trapo.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Detrás del arcoiris

Hace 21 años la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad del Manual Estadístico de Enfermedades y Problemas de Salud. Desde ese día, en el mundo se recuerda esta fecha como Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia y Transfobia. A un año del fallo histórico en nuestro país, una breve reflexión sobre la situación actual de la comunidad LGBTTI, donde no todo es color rosa, tampoco de arcoiris. Por ContraPunto.




El 14 de Julio del año pasado la Ley de Matrimonio Igualitario fue aprobada en una sesión histórica del Congreso de la Nación, donde los discursos más conservadores y patologizantes quedaron al descubierto, y, tras el triunfo, muchos esperaron respirar un aire de más libertad para la comunidad LGBTTI (lesbianas - gays - bisexuales - tránsgenero - travestis - intersex). Pero lo cierto es que un prejuicio arraigado en los mandatos católicos, culturales y sociales más ancestrales no cambiaría de un día al otro, y hoy, a casi un año de aquel fallo que significó tanto, se puede ver que algunas cosas siguen tal como antes.


El 7 de Marzo de 2010, cuando las tensiones en el debate a favor y contra el matrimonio atravesaban la etapa de mayor confrontación, cuando gran parte de la ciudadanía pretendía construir una especie de contrato de enlace distintivo para gays y lesbianas -como fue la propuesta de Unión Civil-, en un barrio periférico y marginal de Córdoba Natalia Gaitán fue asesinada por el padrastro de su novia por no aceptar esa relación; aquel acto de lesbofobia tan crudo e inesperado no fue tapa de diarios en semejante coyuntura nacional, mucho menos conmovió a aquellos que exigían un acuerdo discriminatorio y excluyente para la comunidad LGBTTI.

El 27 de abril de 2011, Carlos Agüero de 17 años, residente de Chepes, un pequeño pueblo de La Rioja, decidió suicidarse por no poder soportar más el maltrato y abuso que recibía de sus compañeros de la escuela, que decidieron ponerle el cartel de “puto” en la frente y martirizarlo hasta que no pudiera más.

Estos casos, son sólo algunos de los pocos que tomaron cierta relevancia mediática, especialmente gracias a organizaciones LGBTTI y medios alternativos de comunicación. Pero dan cuenta de lo lejos que queda el arcoiris. En el caso de Carlos, la actitud tomada por la escuela es un claro ejemplo de las pocas herramientas que manejan los docentes para manejar estos casos de abuso y discriminación por orientación sexual, especialmente cuando existe una ley de Educación Sexual que se aplica a voluntad desde los Ministerios de Educación, como sucede en Tucumán por ejemplo.

Quienes aún padecen quizás la peor parte, son las personas trans e intersex, cuyas identidades son las más patologizadas. La gran mayoría aun no puede acceder a un cambio de registro de identidad de género por lo que viven como personas anónimas e inexistentes. La consecuencia más inmediata es claramente la imposibilidad para acceder a beneficios y servicios sociales, trabajos en blanco y educación. Este sector de la comunidad LGBTTI tiene tres proyectos de Ley de Identidad de Género esperando ser tratadas este año.

Matrimonio: los que ganaron y los que no

 

La Ley de Matrimonio Igualitario, a pesar de que sería un beneficio del que no gozarían todos, fue una lucha totalmente válida y que significó ampliar los derechos ciudadanos a un sector de la comunidad LGBTTI que lo tenía vedado. Pero, ¿a quienes nos referimos cuando decimos que no es para todos? Más allá de quienes no compartan el matrimonio como una institución social, quienes gozarían auténticamente del beneficio de éste serían quienes poseen trabajo, propiedades y beneficios sociales que puedan compartir y quienes a partir del casamiento quieran tener hijos reconocidos legalmente por las dos partes.

Por otro lado, a pesar de que la Ley de Matrimonio contempla el reconocimiento y plenos derechos de los hijos de la pareja, quienes hayan tenido hijos antes de casarse actualmente no se ven contemplados en esta ley, por lo tanto no solo una de las madres o padres no son reconocidos legalmente como tales, sino que tampoco tienen acceso a obra social, licencias familiares, servicios sociales y herencias, entre otras cosas. Al respecto, Florencia Gemetro de Les Madres, quienes trabajan en la elaboración de un proyecto de ley que reconozca estos derechos, declaró en Página/12 “Una vez aprobado (el proyecto) se estarían restituyendo derechos y regularizando la situación legal de cientos de niños, niñas, sus madres y su familia extendida. Y no sólo se reconocería el vínculo entre los hijos y sus madres, sino también entre sus hermanas y hermanos, y con sus tías, tíos, abuelos y abuelas”.

Citando a Judith Butler, podemos decir que en la lucha por el matrimonio igualitario se ha perdido y se ha ganado: “Por un lado, vivir sin normas de reconocimiento da lugar a sufrimientos y privaciones de derecho que confunden las diferencias entre consecuencias físicas, culturales y materiales. Por otro lado, la exigencia de reconocimiento, que es una exigencia política muy poderosa, puede llevar a formas nuevas e injustas de jerarquía social,(...) así como a nueva formas de apoyar y extender el poder del estado, sino instituye un desafío critico a las mismas normas de reconocimiento que proporciona y exige la legitimación del estado”.

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