jueves, 10 de noviembre de 2011

El estudiante: El ejemplo universal



Por Pedro Perucca. Roque Espinoza es, como el protagonista de la canción de Los Twist, cortés y muy galante, educado por demás, pero (y este es el eje de la ópera prima de Santiago Mitre) en su escala de valores lo primero no es estudiar sino militar, hacer política.

Cuando Roque Espinoza llega a Buenos Aires para cursar, por tercera vez, una carrera universitaria viste campera de cuero y cree que “todos los políticos son lo mismo”. A poco de atravesar las puertas de Marcelo T. de Alvear 2230 se calza el pullover peruano y comienza a pasar por los cursos en nombre de la ficcional agrupación Brecha, vagos herederos de Franja Morada, por lo que puede intuirse, ya que no se comete la torpeza de ahondar en la sopa de letras agrupacional de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Sociales, filmada en un registro casi documental, presta el escenario ideal para una historia de crecimiento, de amor, de ambiciones y, sobre todo, de política. Y es un gran escenario. Viendo la película no se puede comprender cómo realmente hay gente que logra estudiar allí. La superposición de afiches, pintadas y discursos parece desembocar en una suma cero informativa que, sin embargo, logra fascinar a primera vista haciendo que la política se respire en el aire. En el marco de ese barroquismo izquierdista, Roque va a ir pagando en inocencia lo que gana en experiencia militante y, gracias a su atractivo provinciano y a su desfachatez política, va a ir escalando rápidamente en la jerarquía universitaria, apadrinado por un titular de cátedra que lo ficha y lo recluta para su campaña por la rectoría de la UBA.

Pero el particular camino del antihéroe que transita Roque es circular, crece pero vuelve al escepticismo político. Parte de una discusión de café universitario sobre Rousseau que anticipa que “a la voluntad general se la puede engañar” y concluye en el mismo sitio, luego de una aventura por la militancia que parece clausurarse con el pretendidamente ético monosílabo final que lo salva de ser corrompido por la maquinaria del poder.

A priori una película nacional sobre la política universitaria suena como algo inmirable, una especie de La noche de los lápices del siglo XXI. Pero, afortunadamente, no lo es. El estudiante es una gran película y sus más de dos horas se sostienen cómodamente en una trama inteligente, en aspectos técnicos impecables y en algunas actuaciones inusualmente creíbles.

Una de las críticas que le cabe a la opera prima de Mitre es que la política de la obra se construye más espejándola en la arena nacional que en los reales protagonistas de la lucha universitaria. Así, las discusiones principales son entre peronistas y radicales (cuando en la UBA dejó de ser así hace un buen rato) y la izquierda queda siempre fuera de juego. Cae de maduro que desde una mirada tal, externa y un tanto superficial, no pueden pretenderse matices en la pintura de la izquierda universitaria. Al director le basta con mostrar que hay algo más radical que la socialdemocracia posibilista en la que elige inscribir a su héroe. Pero la izquierda “realmente existente” en la película oscila entre el comparsa ridículo que recita a un Marx de manual de secundaria y el idiota útil que, pensando en términos utópicos, acaba siendo funcional a los políticos “realistas”. Lugares comunes que no por reiterados dejan de ser molestos.

Está bien, se podría defenestrar a Mitre por eso. Basta con pegarse una vuelta por algún foro de Sociales o de Filo de la UBA para ver cómo el film es sometido a una implacable crítica de la crítica crítica. Pero la defenestración estaría mucho más justificada si se hubiera presentado a El estudiante como un retrato del mundo de la izquierda universitaria, cosa que jamás se pretendió. El momento de máximo acercamiento entre Roque Espinoza y la izquierda se da simplemente cuando acaba a los empujones con un militante de PO. Roque reitera su “yo no dije revolucionario” y sabe que lo que quiere es hacer política “realista”. Luego una inteligente voz en off nos da más datos acerca sus verdaderos anhelos: “Roque se esfuerza por seguir cursando pero se da cuenta de que su interés está afuera del aula. Su verdadero trabajo está en el manejo de la gente, en las tácticas y estrategias, en hacerse de amigos, en dar órdenes, es decir, en la política”.

Probablemente aquí esté uno de los núcleos de la polémica que sigue rodeando a la película. Para Mitre su estudiante es el ejemplo universal de lo que propone la política. Entonces, claro, la política es basura y no puede ser otra cosa. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Para hacer política hay que ensuciarse las manos. Etcétera. Lo cual podría no estar mal a condición de aclarar: donde dice “política”, léase “política burguesa”.

Pero reprocharle a Mitre haber elegido hablar única y exclusivamente de este tipo de política es inconducente. Es como criticar a Cóppola por no haber filmado El Padrino en el espacio y por no haberle puesto a su personaje principal Darth Vader en vez de Vito Corleone. Quien plantea esa crítica claramente quiere ver otra película. Que también puede estar muy bien, pero que no tiene nada que ver con la que quiso filmar el director. A Mitre se le podrán criticar los limitados cristales con los que ve el mundo político, pero no se puede decir que lo que muestra no sea cierto o no pueda serlo. La política burguesa es, quien puede negarlo, basura. Es rosca, es transa, es mentira, es manipulación. Es vender el alma al diablo e incluso a veces regalarla. No necesariamente el microcosmos elegido es exacto, pero lo cierto es que le sobra verosimilitud.

Los únicos ripios de El estudiante aparecen, paradójicamente, cuando la película se pone estudiosa, académica. Claro que no es sencillo presentar “naturalmente” una discusión sobre los contractualistas o un debate de cursada entre un militante trotskista tradicional (estereotipado y caricaturesco, aunque la diferencia tal vez sólo pueda ser percibida por alguien del palo) y una joven posmoderna. De todos modos, desde 9 reinas que no se escuchaba a tanta gente hablar tan naturalmente en argentino. Y se agradece.

Película paradigmática de un nuevo cine nacional que no le teme al debate político, multipremiada internacionalmente y gran ganadora del último BAFICI, El estudiante logró superar los conflictos derivados de ser una producción que no contó con financiamiento del Instituto de Cine y este último jueves fue estrenada comercialmente (en apenas dos salas, una en Buenos Aires y otra en La Plata), luego de un limitado recorrido previo por cinematecas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario