En
algunos momentos el miedo se apodera de nuestros espíritus, la bronca
se hace sentir provocando impotencia frente al enemigo. Así surge la
resignación y el odio sembrado por aquellos “fantasmas del conurbano”.
Muchísimos
no los perciben, algunos si, pero callan murmurando en silencio, pocos
se satisfacen con bociferar las injusticias a los cuatro vientos,
poquísimos nos ponemos a pensar y actuar en base a lo experimentado.
La
sangre con fuerza sube a nuestro cerebro, produciendo un estado de
pánico, una mezcla de sensaciones, de nervios y algún grado de locura.
Luego se produce una certeza, de la cual florece un estado de plenitud,
una etapa en la cual se reconstruye nuestra cordura, echando luz a
nuestro razonamiento.
La
represión ha cedido para dar paso a la conciencia, la cual se
entremezcla con una pizca de lástima y tristeza, pero profunda
coherencia, propia de cuando uno derriba una ilusión, una opresión del
pensamiento.
Leguizamo Graña Sebastián
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