miércoles, 15 de junio de 2011

Argentina no es África: A propósito del debate sobre la restricción de las importaciones

Claudio Lozano - Tomas Raffo (IPYPP)

En la actual coyuntura se pretende instalar la imagen de una Argentina al borde de un verdadero desbarajuste en su funcionamiento económico como consecuencia del impacto negativo que en materia de consumo e inversión suponen las restricciones a las importaciones dispuestas por la estrategia gubernamental por la vía del uso de licencias no automáticas.

Frente a esta caracterización conviene señalar que Argentina no es Africa, en el preciso sentido de afirmar que nuestro país cuenta con capacidades humanas y productivas suficientes como para poder llevar adelante un proceso de sustitución de importaciones. Proceso que por otra parte es imprescindible si se quiere transitar un camino que suponga reindustrializar al país y por esta vía abrir la puerta al desarrollo económico, más allá del mero crecimiento del nivel de actividad. Ahora bien, señalar lo expuesto no exime de considerar que las restricciones a las importaciones dispuestas por la estrategia oficial no tienen tanto que ver con una estrategia seria de sustitución de importaciones vinculada con una modificación del actual esquema productivo sino principalmente con una medida que intenta dar respuesta a una determinada coyuntura comercial: aquella que se preocupa del signo que adopta el saldo comercial (superávit y no déficit) sin importar el contenido que está detrás de dicho resultado (es decir si el mismo se construye sobre la base de exportar recursos naturales y/o commoditties industriales de bajo valor agregado).

En efecto, como muestra el gráfico Nro 1, en todo el período que va del 2003 al 2010 (con la sola excepción del 2009), la tasa de crecimiento de las cantidades importadas ha superado (en general, más que duplicado) la tasa de crecimiento de las cantidades exportadas.


Lo expuesto supone que el tan mentado saldo comercial se sostiene por la vigencia de una coyuntura internacional que define favorables términos de intercambio para los bienes que nuestro país exporta y que tienen la función de ocultar los profundos desequilibrios productivos que reflejan el crecimiento exponencial de las importaciones. Más aún, el contenido que está detrás del saldo comercial revela que es en virtud de un perfil de especialización primario (y por ende con baja tracción sobre el empleo y sobre la capacidad de innovación tecnológica) que el superávit enmascara los profundos desequilibrios industriales de los intercambios comerciales de nuestro país con el resto del mundo.


Si se desagrega el saldo comercial de los últimos años (tomamos en este caso el período 2005 – 2009) se observa que hay una serie de sectores donde nuestro país no solo cuenta con posibilidades concretas de encarar un proceso de sustitución de importaciones sino que dichos sectores requieren de la protección arancelaria para poder sostenerse toda vez que tienen que hacer frente a la competencia de países (como el gigante Asiático y del Brasil, con menores costos salariales y mayores escalas productiva). Son los sectores que para colmo presentan el mayor componente de tracción sobre el empleo doméstico: nos referimos al sector textil y al calzado. Hay otros sectores donde se puede sustituir importaciones pero sin la necesidad de restringir importaciones sino sobre la base de una regulación pública eficaz sobre los actores con posiciones dominantes de estos mercados: nos referimos a las producciones de insumos de uso difundido como el caso de los sectores químicos, plásticos y cauchos; papel; cemento y metales comunes. Y por último hay una serie de sectores donde el déficit comercial se explica por el profundo atraso que en materia de modernización del aparato productivo ha producido el sendero de desindustrialización inaugurado en 1976: a saber los sectores productores de bienes de capital (maquinaria y aparatos eléctricos, material de transporte e instrumental de óptica y fotografía). Está claro que sobre estos últimos, la mera protección arancelaria no garantiza la sustitución de importaciones; tan claro como que los profundos desafíos productivos de esta Argentina van más allá de la mera preocupación por el signo del saldo comercial.


Al focalizar la mirada sobre las ramas industriales, se hace más patente la necesidad de encarar a fondo un proceso generalizado de sustitución de importaciones. Como se observa del Cuadro Nro 2, de las 22 ramas industriales, solo 1 (la de Alimentos y Bebidas) es la que presenta un saldo comercial positivo significativo. Luego de ella, solamente la rama de “Metales Comunes” presenta un saldo comercial de importancia; mientas que las 2 ramas restantes que no presentan déficit (cuero y madera), están más cercanos a una situación de equilibrio antes que a aportar significativamente al saldo comercial. El resto de las 18 ramas industriales se caracterizan por un resultado negativo en el intercambio comercial, siendo las más abultadas las que mayor progreso técnico aportan (es el caso de la rama de Maquinaria y Equipo, Equipos de Radio y Tv; Automotores, Instrumentos ópticos, etc); así como también es significativo el déficit en algunas ramas de insumos de uso difundido (caso químico y caucho y plástico)


Por lo expuesto, la restricción a las importaciones son un paso necesario si se quiere avanzar en un proceso de sustitución de importaciones que supongan un mayor nivel y amplitud al proceso de producción local. No son sino el instrumento para un fin. Por lo tanto, si esta decisión se inscribe solamente en la necesidad de mantener el saldo comercial sin modificar el esquema productivo, lo que se está buscando sin decirlo, es enfriar o contener (como se lo quiera señalar) el nivel de actividad, poniendo un freno al proceso de reactivación económica, e inmolando en el altar del superavit la necesidad de un replanteo del perfil productivo e industrial de nuestro país.

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